Sangriento fin de semana se vivió en el país. Hace años la delincuencia organizada campea en amplias zonas del país y aunque los titulares de los periódicos den cuenta del dramatismo de los sucesos policiacos, a fuerza de tanto repetirse se han convertido ya en lugar común.
El caso es que, al hablar de los 73 asesinatos dolosos en todo el país, López Obrador aprovechó el hecho de que uno de cada tres ocurrió en Guanajuato, y sin que viniera a cuento volvió a arremeter contra el fiscal general del estado. Por supuesto que no le mereció su atención el hecho de que un grupo delincuencial fuera recibido apenas hace unos días entre aplausos por unos paupérrimos pobladores de Chiapas abandonados a su suerte por el gobierno federal.
En plena rueda de prensa matutina en Palacio Nacional, el tabasqueño soltó la infidencia de cómo solicitó al gobernador Diego Sinhue la remoción de Zamarripa. Así, que sin que viniera al caso, el detalló que, en febrero de 2020, en el marco de su gira por Tierra Blanca en los llamados “D con los pueblos indígenas de México” al visitar el parque de biznagas gigantes le preguntó “¿por qué no lo cambias?”.
Dado el actual estado de cosas, el pueblo de Guanajuato puede cuestionar: ¿Por qué no cambias esa política de abrazos y no balazos? ¿De liberar a hijos de narcotraficantes para evitar un supuesto mal mayor? ¿De renunciar a perseguir los delitos del fuero federal, de manera tal que se sentencia a un delincuente en todo el país a un ritmo menor a una persona al día?
¿Por qué no cambias esa obsesión contra Guanajuato que provoca el peor castigo acumulado en un sexenio para el presupuesto a la entidad? ¿Por qué no cambias ese modelo clientelismo de despilfarrar el dinero en programas sociales sin seguimiento o evidencias de efectividad?
Porque al venir a contar anécdotas años después, y a meses del proceso electoral, en simple y llano castellano se le llama cortinas de humo. De ese humo que sabe muy bien vender López Obrador.