Como establecimos la semana pasada, en el cuerpo cohabitan por lo menos cuatro cerebros o estructuras con redes neuronales conectadas entres sí, lo cual significa que “pensamos” no sólo con el órgano de materia gris ubicado en el cráneo.
En esta ocasión hablaremos del cerebro del intestino, o el sistema nervioso entérico, una “filial” del sistema nervioso autónomo encargada de controlar directamente el aparato digestivo.
El llamado segundo cerebro está formado por 100 millones de neuronas. Según explica la Gaceta UNAM, cuando ingerimos alimentos las neuronas intestinales envían de inmediato señales eléctricas que, incluso, pueden modificar nuestro estado de ánimo, carácter y hasta el ritmo de sueño.
Pero no sólo eso, el sistema nervioso entérico es responsable de regular la motilidad del intestino, producir la mayor parte de las células inmunológicas del organismo y producir también neurotransmisores como la serotonina —el 90 por ciento se produce en el tubo digestivo y es por ello que la comida atenúa estados de ansiedad o depresión— , la dopamina y otros opiáceos que modulan el dolor.
Además, en el intestino se aloja la microbiota o flora bacteriana, que por sí misma es como un cerebro no humano: “La evidencia científica indica que ciertos microbios intestinales pueden manipular nuestro comportamiento”. De hecho, la intuición o inteligencia intuitiva o visceral es esa sensación de “sentir en las tripas”. En el libro La sabiduría del vientre de Pierre Pallardy, se dice que cuando la inteligencia visceral está en balance “nos conecta con nuestra vitalidad, cuando está en desequilibrio, se relaciona principalmente con la rabia”.
Una flora intestinal equilibrada es fundamental para el bienestar de la persona. De acuerdo al portal neuroaprende.com, un experimento con ratones de laboratorio nacidos sin flora intestinal demostró que desde el inicio su comportamiento social tenía rasgos “autistas” o “agresivos”: “El solo restablecimiento de la flora natural redujo la conducta ansiosa y hostil. Así mismo disminuyó en igual medida su nivel de cortisol en sangre”.

Así que posturas como Ardha Matsyendrasana, la Media torsión sentada; las posiciones del Gato y la Vaca, y Supta Matsyendrasana, la Torsión de columna, son muy benéficas en tanto que pueden equilibrar el sistema digestivo y con él la red neurológica del tracto intestinal.