El sexto viernes de Cuaresma, por el Sínodo Provincial de Colonia de 1413, fue consagrado a la Virgen María como tierno recuerdo de sus dolores. En México, semanas antes se preparaba su altar colocando una imagen de la Virgen de los Dolores y una imagen de Cristo crucificado. Además, una mesa y encima cajones formando gradas, cubiertas con papel crepé. Sobre ellas se colocaban moños y listones, naranjas pintadas de dorado y banderitas de colores. Lo principal, sin embargo, eran vasos, copas o jarras llenas de agua de colores, o sea, “las lágrimas de la Virgen”, que eran refrescos ofrecidos a los visitantes de ese día.
Las sirvientas, bajo la dirección del ama de casa, molían en metates pepitas de melón, remojando la chía, el tamarindo, el perifollo (perejil anisado), y la flor de Jamaica, exprimiendo limones y timbiriches (arrayanes), y moliendo la canela. Las sustancias que servían para teñir las aguas de colores eran: para las coloradas, los pétalos de la amapola; para las carmesíes, el palo de Campeche; para las moradas, la grana o cochinilla con una piedrita de alumbre; para las purpúreas, la Jamaica; para las azules, el sulfato de cobre amoniacal o la caparrosa; para las verdes, sulfato de cobre con gotas de ácido clorhídrico o la pimpinela; y para las amarillas, solución acidulada de cromato amarillo neutro con carbonato de potasa; la gente del pueblo usaba la planta zacatlascali. Dos o tres semanas antes, con agua cargada de chía, se embadurnaban jarros, cantaritos, ladrillos u otros objetos de barro muy poroso, los que se regaban todos los días.
Aparte se sembraba en platos o macetitas, trigo, cebada, lenteja, amaranto, etc., colocando unos al sol y otros a la sombra para obtener plantitas verdes o amarillas para el adorno del altar. Se colocaban múltiples velas en candeleros adornados con papel de china picado. En fin, todo un primor.
Las familias invitadas ocurrían por la noche, y encendido el altar, se procedía al rezo, y se escuchaban piezas musicales. En los intermedios se servían bocadillos y las deliciosas “lágrimas de la Virgen”.
Costumbres hermosas del México de antaño totalmente propias de nosotros, que no necesitan importar otras mejores