¿ Es el habitante urbano el centro del interés de la autoridad?
La respuesta la darán las decisiones de los alcaldes y su ejecución, para su beneficio.
Los urbanistas reclaman que el espacio físico debe de ser un escenario de vida y no de tráfico. Proponen un modelo urbano más ecológico basándose en ejes, en donde la participación de los actores de la ciudad es crucial, para evitar la dispersión o la megalópolis.
Algo ha estado fallando en la proyección de las ciudades cuando están saturadas, contaminadas y hostiles, pero especialmente al devorarse territorialmente a sí misma.
El automóvil ha tenido prioridad sobre el peatón, el caminante en la alameda.
La complejidad en el desarrollo urbano no está en lo técnico y espacio, sino en la mente: ¿por qué tratamos a nuestras ciudades como zonas de tránsito y no como hogares colectivos? Requiere líderes que entiendan que el “progreso” no está en los metros de concreto, sino en la calidad de vida.
Se requiere la construcción de un ecosistema urbano mínimo, la reducción del tráfico, el fomento al transporte activo, el mejoramiento de espacios públicos, de la seguridad vial y la optimización de la calidad del aire, que el medio ambiente se vuelven objetivos más alcanzables.
El propósito de desalentar el uso del automóvil ha fracasado; más bien se construyen viaductos y rutas rápidas sin semáforos, a costa de la seguridad del peatón y de quien usa bici o moto.
También ha fracasado el fomento al uso de medios de transporte sostenibles, como el transporte público, el ciclismo y la caminata. Tarifas restringidas igual a decadencia del transporte colectivo. Ya no es negocio y viene el deterioro y mal servicio.
Necesario es el rediseño de las ciudades, junto con la ejecución de obra pública; se requiere ir al rescate urbano.
Dinero si hay, pero los gobiernos prefieren gastarlo en publicidad. O en aplicaciones inconfesables a salvo de auditorías. Una ciudad es expresión viva. No la matemos, no la ahoguemos con cemento en lugar de jardines.