Hay algo de hipocresía en los gobernantes que se adhieren a los festejos a los niños en todo el mundo. Les entregan dulces pero les dejan un pesado fardo.
Los adheridos al Acuerdo de París, firmado el 22 de abril de 2016, de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, pocos cumplen con las medidas para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Los países contaminadores a nivel global son los Estados Unidos y China, que por afectación a sus procesos industriales no aceptan el acuerdo, pero con el arribo a Washington de Biden se empieza a respetar al mismo.
Pero el mal ya está hecho y los efectos son evidentes: no bajan las emisiones de ozono, se producen fenómenos meteorológicos inusuales y aumenta la temperatura del planeta.
La generación de los destructores de los ecosistemas desaparecerán, pero dejarán a las futuras una herencia difícil de olvidar porque será permanente: la contaminación.
Los niños no son responsables de este deterioro y crisis climática, pero sí los adultos que promueven el consumismo y por su adicción a los combustibles fósiles. En el uso de estos, México está empecinado en continuar con su producción y uso, constituyéndose como uno de los detractores del acuerdo.
Mientras algunos países le están poniendo fecha tope al uso de motores a gasolina, en nuestro país se construyen refinerías.
El jueves pasado, en la Cumbre de Líderes sobre el Clima, Xiye Bastida, ante ellos, una jovencita mexicana , mostró tener mayor conciencia ambiental y climática que los mismos presidentes y jefes de Estado y de gobierno, porque está informada y ha estudiado lo que la ciencia ha hallado sobre los impactos y soluciones de la crisis climática.
Ante este panorama, la educación ambiental, en todos los niveles escolares, tiene un lugar preponderante.
Si desde pequeños aprenden a cuidar los recursos naturales y a respetar la vida de los demás seres lograrán un mundo mejor, porque tendrán la capacidad no solo de aportar, sino también de exigir.
Por ello, es importante saber qué se les enseña en las aulas.
Así como la educación en general es fundamental para reducir la pobreza al permitir la movilidad socioeconómica de manera ascendente, a la vez ayuda a eliminar la desigualdad de género; también lo es para construir un planeta más sostenible y habitable.
“La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”, afirmó Nelson Mandela.
Para la Unesco, la educación es esencial en la respuesta global al cambio climático. _