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Ley 34

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  • Marco Sifuentes

Sé de la realeza según tu estilo. Compórtate como un rey para que te traten como tal.

“La manera de conducirte determinará a menudo cómo se te trata; a la larga parecer vulgar o común hará que los demás te falten al respeto, porque un rey se respeta e inspira ese sentimiento a los demás; al actuar con majestuosidad y confianza en tus poderes semejarás estar destinado a llevar una corona”.

Me he propuesto en esta serie de lecciones escudriñar en las 48 Leyes del Poder, de Robert Greene, aterrizando sus postulados a la realpolítik mexicana. Esta ley en particular, la número 34, explica por qué los soberanos, los jefes de Estado y la mayoría de los poderosos conservan y procuraran llevar un manto y un halo de majestuosidad que les permita ser admirados, respetados y hasta temidos, lo cual nos evoca a El Príncipe, de Maquiavelo y a la manera en que el último zar en Rusia y el último rey de Francia, antes de la Revolución, perdieran el poder que preservaron y acrecentaron por siglos sus propios ancestros, el día en que dejaron de representar y personificar ese simbolismo cuasi divino que mantuvo a la monarquía más tiempo en el poder que cualquier otra forma de gobierno conocida hasta hoy.

Dicha ley explica también esa fascinación persistente entre las masas de todos los lugares y tiempos por la corona, la realeza, el despotismo, el autoritarismo y los liderazgos unipersonales, llámense caudillismo, populismo o, de plano, dictadura. Todos ellos fundados en la naturaleza humana y la proclividad de los pueblos a ser liderados por seres aparentemente superiores y súper dotados. Hay estudios serios de prestigiosas universidades en Estados Unidos, que demuestran incluso cierta tendencia, tal vez involuntaria, en las grandes corporaciones privadas a designar en sus cargos más importantes a hombres más altos que el promedio de la población del país donde se instalan.

Ser alto, imponente, grandilocuente y grandioso son sin duda signos de poder y los poderosos lo saben o al menos lo intuyen y por lo tanto lo explotan para sus fines de ascenso en la escala social, política y económica de todos los países de mundo.

Esto no quiere decir que no los haya de baja estatura, tanto física como moral, tal es el caso del mismísimo Napoleón o Lenin, Putin y hasta Peña Nieto y Calderón, disculpando mi desmesurada asociación.

El propio López Obrador, que se ha dedicado a romper los viejos paradigmas del poder doméstico, como la ex Residencia Oficial de los Pinos, el avión presidencial y el arribo a la toma de protesta en medio de impresionantes despliegues de seguridad y caravanas de lujosas camionetas negras blindadas y, en su lugar, llegar manejando su propio auto compacto, cuyo nombre en alemán significa carro del pueblo, aunque fuera nomás por ese día. Aun así, el presidente de los pobres decidió no prescindir del sutil encanto y las ventajas que representan vivir en un palacio y desde ahí dictar, literalmente, el rumbo del país. Otra cosa sería si lo hiciera desde cualquier otra parte, por ejemplo, el humilde departamento donde vivía antes.

Jalisco disfruta también de su reyezuelo local, que, con su tonito mandón, hace y deshace a su antojo, malmodeando y pendejeando a quien se le ponga enfrente. ¿O no? 

Marco Sifuentes

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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