En este último año he venido compartiendo con mis lectores una tropicalización de la obra de Robert Greene, titulada Las 48 Leyes del Poder, en esta columna que se llama Lecciones Sobre Elecciones. El resultado es obvio: 48 Lecciones sobre elecciones.
“Debes parecer un dechado de eficiencia y civilidad, tus manos jamás se manchan con errores y obras repugnantes. Conservas su impecable aspecto usando a otros como peones y pantallas involuntarios para disimular tu participación”.
El autor de la multicitada obra no tiene pelos en la...“pluma” y va más allá de lo políticamente correcto, pero pragmáticamente efectivo.
En otras palabras, nos pide dejar que otros hagan el “trabajo sucio”, como Bejarano y otros tantos que han tenido que dar la cara por ciertos asuntos peliagudos que van más allá de sus capacidades.
Esto no es nuevo, y el autor del Best Seller pone decenas de ejemplos a lo largo de la historia de la humanidad. El mismísimo Winston Churchill solía decir que habría que juntarse con los malos para ganarle la guerra a los peores, en referencia a la alianza del Imperio Británico con Rusia para derrotar a los nazis.
En México, y este es el propósito de esta columna, adaptar a nuestra realidad la historia de la humanidad, la ciencia política y el análisis de la naturaleza humana, sobran casos para ilustranos.
El de Bejarano es, tal vez, el más emblemático, pero ahí están Pío y compañía, aunque el 68 también nos dejó lecciones memorables.
Nunca sabremos, a ciencia cierta, quién fue el verdadero represor, si el presidente Gustavo Díaz Ordaz o su empleado, y sucesor, Luis Echeverría.
Tampoco sabremos si Zedillo y Salinas pactaron la devaluación del peso en el 94’, lo único que nos queda claro es la crisis que se suscitó después y las calamidades que vivimos los que en esos tiempos teníamos un negocio, un trabajo o una vida cualquiera.
Por último, nadie sabrá jamás si Peña Nieto y López Obrador pactaron impunidad a cambio de transición, como asegura el PAN, lo cierto es que Peña sigue libre y **Ya Sabes Quién está llevando a cabo lo que él mismo denomina su Cuarta Transformación, después de tres intentos.
El desenlace de toda esta historia todavía está por verse.
Ya se fue el cancerbero, por un pequeño desliz, me refiero a Santiago Nieto; ya le llovió también en su milpita al fiscal Gertz Menero; veremos a quién le toca ahora lavar los siguientes platos rotos y por romper. Lo cierto es que en cualquier parte del mundo, época y circunstancia, siempre habrá una pieza de la loza por romper y alguien a quien responsabilizar por ello.
Incluso hay los que aseguran que Rasputín fue un “Chivo Expiatorio”, no solo de la Zarina sino también del Zar. Pero esa es otra historia, dijera la Nana Goya.
De tarea
¿Atlas campeón? ¡Todavía no lo puedo creer!
Marco Sifuentes
