Estamos justamente a la mitad de esta serie de lecciones que intentan desdoblar lo aconsejado por el escritor Robert Greene en sus 48 Leyes del Poder, pero en este caso muy a la mexicana.
“No aceptes los papeles que la sociedad te impone, reinvéntate tú mismo forjando una nueva identidad, una que llame la atención y no aburra nunca a la audiencia.”
“Sé dueño de tu imagen en vez de permitir que otros la definan, incorpora recursos dramáticos a tus ademanes y acciones públicas, tu poder se intensificará y tu carácter parecerá más grande que la vida”, nos impele aquel que al mismo tiempo me pone pensar en Ya Sabes Quién, que tuvo que hacer un alto en el camino buscando sacudirse la impronta que sus enemigos le impusieron al definirlo como “Un peligro para México”, sin duda, la estocada más dura, certera y sangrienta que semejante toro haya recibido jamás.
Una herida que aún sangra y de cuyas grietas sigue saliendo sangre y pestilente pus.
Una cortada que cortó dos veces sus aspiraciones presidenciales y que fue necesario cortar antes de buscar y ganar una tercera, la vencida; pasando del “Peligro para México” a la “República Amorosa” y el régimen de los “Abrazos, no balazos”, cuya transición sorprendió a no pocos, desconcertó a otros tantos y complació al resto.
No encuentro mejor manera de darle la vuelta a una situación tan adversa impuesta por fuerzas antagónicas que la de López Obrador. A caso, la de Odiseo sea también válida referencia.
Lo que no está tan claro es si, en el caso del presidente mexicano, se trataba solamente de sacudirse la infamia mientras restablecía su fama para luego volver al monte a donde tiran las cabras o si realmente buscaba la reingeniería de su propia persona. Persona como aquella representación que las máscaras del teatro griego hicieran, lo mismo de dioses y semidioses que de simples mortales.
Han pasado 23 siglos y la función es la misma, somos la representación de lo que representamos o, en el peor de los casos, de lo que otros quieren ver representado en nosotros.
Y siguiendo a Yuval Noah Harari, somos apenas ficciones entretenidas con las ficciones creadas por nosotros mismos y por los demás.
Ortega y Gasset discurría que cuando llegamos ya estaba todo tan dispuesto que solo nos tocaba resignarnos a disponerlo sin cuestionar y más bien aprovechando que así se lo haya dispuesto. Y no es que lo dijera tal cual, sino que así lo entendí yo habiendo leído alguna vez una conferencia suya de nombre Tratado de Metafísica.
En pocas palabras, cuiden su imagen y no dejen que nadie la determine para que no les pase como a un amigo que fue nombrado hace ya algunos años director de relaciones públicas o algo por el estilo del Atlas y me pidió un consejo para cambiarle la imagen (Al Atlas por supuesto). La única manera de lograrlo es metiendo goles y ganando partidos, le respondí.
De tarea: Sea cual sea el resultado de la gran final del fútbol mexicano, a partir de hoy, la cara del Atlas será otra.
De tarea dos: Al autor de esta columna lo operaron de la misma y se encuentra en franca recuperación, por si estaban con el pendiente.
Marco Sifuentes