Esta ley de Robert Greene nos dice: “No ofenda a la persona equivocada”, lo cual me recuerda a Roberto Madrazo lanzando su campaña por la primera dirigencia nacional del PRI sin el cobijo del poder y sin la designación del presidente en turno en tres cuartos de siglo, llevando como compañera de fórmula a Elba Esther Gordillo, con quien luego se distanció y terminaron peleados a muerte, lo que le costó, primero una campaña de desprestigio bajo la eficaz e ingeniosa consigna “¿Tú le crees a Madrazo? Yo tampoco”, misma que diezmó la credibilidad de quien más tarde sería el candidato presidencial priista menos votado en la historia y que terminó de derrocharla en la Maratón de Berlín, al ahorrarse algunos kilómetros para evitar la fatiga y cruzar victorioso la meta pensando que nadie lo pillaría.
Pues bien, como en la vieja y pegajosa canción, donde cuentan que Tongo le dio a Borondongo, poco más de una década después, la maestra se metió ahora con la persona equivocada, Enrique Peña Nieto, a quien, desde la campaña por el Estado de México, celebrada un año antes, venía incomodando, al meter sus narices en el proceso de sucesión de quien era el gobernador de esa entidad y ya se posicionaba como el más fuerte competidor por la silla presidencial, incluso más que Ya Sabes Quién, al que derrotó sin problema.
También se sumaron otros al cobro de facturas contra “La Maestra”, como Francisco Labastida, a quien le dio la espalda, siendo su compañero de partido, para apoyar al primer presidente de alternancia en el México post revolucionario, Vicente Fox.
Finalmente, la maestra terminó en el bote, durante casi todo el sexenio pasado y, aunque al final le dieron chance de purgar su pena en alguna de sus lujosas casas, lo cierto es que no la pasó tan bien. Esto por equivocarse de enemigo.
En la historia del PRI, había todo un ritual en torno a la sucesión presidencial, que iniciaba con el “destape” del “tapado” y culminaba con la primera víctima del dedo flamígero y omnipotente del Tlatoani, que, desde la pirámide más alta del poder, se disponía a sacrificar a quien hubiere caído de su gracia, ya por ofenderle, desacatarle, ignorarle o atravesarse en su camino.
En la época “moderna”, el mejor ejemplo es el de Rosario Robles, presa por varios delitos, pero, sobre todo, por haber pasado de ser aliada, discípula y favorecida de YSQ, a traicionar su confianza y brincarse al lado oscuro de o fuerza, convirtiéndose en enemiga y mordiente de la mano que algún día le dio de comer.
Así que: “Tongo le dio a Borondongo, Borondongo le dio a Bernabé, Bernabé le pegó a Muchilanga porque Burundanga le jincha lo’pié”.
De tarea:
Si algo nos enseñó el 2021 en materia de campañas políticas es que ahora muchas de las elecciones se ganan y pierden desde antes de arrancar, en medio o al final, en la arena litigiosa de los organismos y tribunales electorales.
Los abogados, consejeros y magistrados son ahora los verdaderos protagonistas en el resultado de muchas contiendas, más de una tercera parte de ellas, así que no basta con ser un estratega.
Marco Sifuentes
