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Dice Robert Greene: “No construya fortalezas para protegerse; aislarse es peligroso”. Y agrega: “El mundo es un sitio peligroso y los enemigos acechan por doquier, todos necesitan protegerse. Una fortaleza se presenta como la alternativa más segura. Pero el aislamiento lo expone más de lo que lo protege de los peligros que lo rodean, ya que lo aísla de información valiosa y lo destaca como un blanco fácil para los demás. Es mucho más seguro circular, mezclarse entre la gente y buscar aliados. La multitud lo protege de sus enemigos”. Esto me evoca a Ya Sabes Quién, que se expone, se mezcla, va y viene; se mete en los aprietos del tumulto y recibe uno que otro insulto. Pero se desliza suave, interactúa y discute, ante la mirada atónita de sus enemigos, que paradójicamente, queriéndolo extinto, reprochan el peligro que corre ante semejante exposición. “El pueblo me cuida”, responde él.

Donald Trump, por el contrario, gustaba de lo multitudinario, pero siempre con su distancia de por medio ante el vulgo con el Twitter por delante.

Ambos sorprendieron desde el inicio de sus mandatos por romper las formas tradicionales de distanciamiento entre gobernantes y gobernados. Lo cierto es que los excesos conllevan consecuencias y, en el caso del ex presidente gringo, su lenguaracidad, desparpajo y populismo le costaron la reelección y se tuvo que resignar a gobernar solo cuatro de los ocho años que las reglas no escritas del constitucionalismo americano le permitían, y no el doble o triple, como él mismo llegó a sugerir y que ni el célebre Franklin Delano Roosevelt, hubiera soñado y, si lo soñó, la muerte se lo impidió.

Independientemente de lo bueno o malo que nos parezca cada uno de estos notables personajes, son un referente de cómo acercarse, alejarse o hartar a la gente; sin embargo, los hay también ingenuos emuladores como Ricardo Anaya, que queriendo seguir los pasos de su némesis, creyó que bastaba con ir a las casas de uno que otro pobre a lo largo del país para empaparse de sensibilidad y hacerse de un aura de líder carismático y cercano, que no se compra en las farmacias ni se adquiere con estratagemas de aprendices.

La incógnita ahora es cuál será el estilo y la estrategia de quienes aspiran a ocupar la Silla del Águila. Por lo pronto, López Obrador, fiel a su estilo, los lanza al ruedo y los destapa mucho antes para que interactúen con el respetable y se vayan fogueando.

De ellos depende cubrir sus pudores con el rebozo o de plano soltarse el chongo.

Los de enfrente, por su parte, ya dijeron a través de su aliado y vocero de apellido De Hoyos que buscarán ir juntos, mezclándose, pero entre ellos y buscando sumar al egoísta y pretencioso Movimiento Ciudadano, que, como la negrita de mis pesares, a todos les dice que sí pero no les dice cuándo.

Falta ver a quién ponen. Lo que deberían hacer es, y lo he sostenido aquí mismo desde hace tiempo, una verdadera Convención Nacional Democrática, que redefina y reescriba la política en México, pasando primero por la democratización de todos los partidos y no nomás pretender el restablecimiento de un modelo al cual le debemos lo que hoy tenemos.

Marco Sifuentes

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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