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Arma espectáculos imponentes

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  • Marco Sifuentes

“Una imaginería impactante y gestos simbólicos grandiosos generan aura de poder, ya que ejercen gran atracción sobre todos. Presente espectáculos imponentes para quienes lo rodean, plenos de elementos visuales fascinantes y radiantes simbolismos que enfaticen su presencia. No se puede lograr el poder si se ignoran las imágenes y los símbolos”. Esto nos dice la número 37 de Las 48 Leyes del Poder, de Robert Greene.

Mucha tela de dónde cortar, empezando por Ya Sabes Quién, cuya serie matutina, en vivo, con cuatro horas diarias y de manera ininterrumpida, da más de qué hablar que cualquiera que nos presenten Netflix, Apple TV, Amazon y HBO juntos.

Ni qué decir del western tardío, protagonizado por Donal Trump, cuyo desenlace quedó en un angustioso “continuará”, que, sinceramente, no quisiéramos volver a ver.

Y ahora Putin irrumpe en la escena mundial con un género bélico que creímos habet dejado atrás y cuyo referente más digno fue “Rescatando al soldado Ryan” o tal vez la penosa retirada estadounidense de Abganistán, rebautizada como Apatzingán por el líder del Senado mexicano, seguramente por los altos índices de violencia registrados por aquellos terrenos, no tan estremecedores como los de México.

Hitler, Stalin, Mao, Tito, Pinochet, Fidel, Chávez, Maduro, Ortega, lo Kirchner, el tal Bukele, el recién llegado Boric y el por llegar Petro, son la mejor expresión de esta ley: el espectáculo, ese del que se alimentan el tirano y el populista y que al pueblo tanto deleita, ávido de sangre en el Coliseo como de cabezas rodando en la pirámide.

Los rituales, los símbolos, los renacimientos y sacrificios, la iluminación divina, la purificación y la mamadería a todo lo que da, para saciar la sed de venganza y la concupiscencia del poder disfrazada de justicia que clama por un nuevo orden sin saber cuál o, pero aún, condescendiendo ante la autocracia y la negación de las propias libertades y derechos, alcanzados no por mérito propio, sino por otra sangre y otras cabezas que brotaron y rodaron para que hoy nos beneficiemos aunque lo despreciamos, cual mocoso berrinchudo rechazando la lactancia de su madre, manoteando, berreando y aborreciendo lo que le dan por su bien, como si fuera por su mal.

Y es que pareciera que el hombre no ha nacido para ser libre y tomar sus propias decisiones; que muchas veces se le ve alienado siguiendo en masa al flautista rumbo a su propia perdición o, en el mejor de los casos, cual Pinocho y sus amigos, desobedeciendo a sus padres, a la razón y a su instinto, poniéndose en terrible riesgo a causa de su insensatez.

Tal vez no sea la falta de juicio colectiva la que permita este retroceso democrático en el hemisferio y el resto del mundo; es la ley del péndulo de la naturaleza humana la que nos hace desear lo que no tenemos, añorar lo que perdimos y despreciar lo que ganamos.

Puede que el oscurantismo no fueran los 15 siglos de atraso y terror de la Edad Media, sino los apenas tres de libertad, dignidad y conciencia, que hoy disfrutamos y que nos tienen tan enojados e indignados eligiendo a nuestros propios verdugos y afilando el hacha con la que nos cortarán la maceta.

Marco Sifuentes

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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