La falta de oficio político de Mario Delgado, dirigente nacional de Morena desde hace 75 días, ha ocasionado ya diversos y serios enfrentamientos al interior de esa institución que está a punto de registrar mayores escisiones en varias partes de la geografía nacional, toda vez que muchos de los que encabezan los comités estatales no tienen identidad con el partido creado por López Obrador.
Y es que a pesar de que muestra carácter fuerte a la hora de referirse a los detractores de su institución, la realidad es que el mejor discípulo de Marcelo Ebrard es vacilante y fácil de opinión fácil de cambiar, por lo que ha sido presa fácil de los miles de vividores que están por convenencieros y sinvergüenzas en Morena.
La división al interior morenista será sin duda uno de los talones de Aquiles que pesará en el ánimo partidista de cara a las elecciones federales del 6 de junio del presente año, ya que varios de los “afiliados” que “abandonaron” sus instancias para asegurar una postulación y un triunfo electoral por el efecto López Obrador, que se acentuó con las pillerías de Enrique Peña Nieto y su pandilla.
Sin embargo, cuando parecía que Delgado resolvería todos los conflictos que se crearon a partir del enfrentamiento de los oportunistas “líderes” de Morena, Yeidckol Polevnsky y el interino Alfonso Ramírez Cuéllar, que creó falsas expectativas para quedarse al frente de Morena casi un año y alargó de manera tramposa las convocatorias para elegir a la nueva dirigencia.
Con el apoyo irrestricto de Ebrard, en una elección que también resultó de grave fractura interna protagonizada por el propio Mario Delgado y Porfirio Muñoz Ledo, el hoy dirigente parecía que ya caminaría entre algodones.
Empero, con lo que no contaba el propio Delgado Carrillo era que le cobrarían la factura, entre otros Ricardo Monreal, líder de Morena en el Senado, quien lo apoyó de forma pública aun en contra de los argumentos legales que esgrimió hasta la saciedad el propio Muñoz Ledo, quien nunca se resignó a quedar fuera de la dirigencia.
A partir de la toma de protesta de Mario Delgado, Monreal Ávila fue el primero que obligó al hoy dirigente del Movimiento de Regeneración Nacional a que reconociera el definitorio apoyo que avaló el triunfo del colimense, por lo que dejó que tanto candidatos de los 15 estados de la República donde habrá elecciones así como los delegados especiales en cada entidad, fueran senadores, no obstante que no encabezaran las “encuestas” que se sacaron de la chistera de Delgado.
Y sin ser fatalistas, conforme avance el proceso electoral del primer domingo de junio próximo, el dirigente nacional de Morena enfrentará más y mayores conflictos con sus propios afiliados, porque varios de los autonombrados “morenistas puros”, es decir, los que fueron artífices de la fundación y estructura partidista, han quedado al margen para ser elegibles a un cargo de representación popular.
Ello debido al oportunismo de los que se convirtieron del priismo, perredismo, panismo y otros más a “neomorenistas” y que ahora invocan en cada acción la labor desempeñada por Andrés Manuel López Obrador, como si en verdad el tabasqueño ya hubiera solucionado la grave problemática nacional que cada día se complica más por la escasez económica que impera en todos los rubros del Programa Nacional de Desarrollo.
De ahí que la labor de Mario Delgado Carrillo tendrá que ser de tejido fino si en realidad quiere salir avante con los que serán los abanderados de Morena a los más de 2 mil puestos de elección popular para el 6 de junio y que amenaza entre otras causas, la pérdida de la mayoría en la Cámara de Diputados que hoy todavía López Obrador presume todos los días en las mañaneras.