Al ser vinculado a proceso penal por el delito de “operación de recursos de procedencia ilícita” -por corrupción dicho de forma coloquial- Emilio Lozoya, ex director de Pemex, inició el juicio interpuesto por la Fiscalía General de la República (FGR) dos semanas después de llegar a México y quien no “pisó” la cárcel, según voceros del gobierno federal, debido a que llegó de España, “enfermo con anemia y debilidad”.
Lo que es y será otro más de los “libretos” de la actual administración gubernamental de la llamada 4T, utilizados como distractores por los graves problemas que de toda índole enfrentamos los mexicanos, entre los que se cuentan, la pandemia del coronavirus, Covid-19 y la grave situación económica de muchos millones de connacionales, entre otros, y que no se resolverán en un tiempo razonable.
No obstante que Lozoya Austin se fugó de México el año pasado, luego de saber que tenía orden de aprehensión de la FGR, el juez de control, José Artemio Zúñiga, no le impuso prisión preventiva y sólo determinó sea vigilado mediante un brazalete electrónico y se presente ante la dependencia dos veces al mes. Al igual que Elba Esther Gordillo, la ex lideresa de los maestros, el inculpado gozará de los mismos privilegios.
En tranquilidad domiciliaria, -hoy todavía internado en un hospital al sur de la Ciudad de México, Fifí, le llamaría López Obrador- el otrora funcionario consentido de Enrique Peña Nieto, deberá de responder a las acusaciones por participar en la compra-venta de la planta Agro Nitrogenados, de Alonso Ancira, propietario también de Altos Hornos de México (AHMSA)
Según testimonios de expertos en petroquímica, esa planta era chatarra vil que no costaba ni 50 millones de dólares y sin embargo, a nombre de Pemex, Emilio Lozoya la adquirió por 250 millones de la moneda estadounidense, tras recibir, dicen los abogados de la FGR, un “jugoso premio” de AHMSA por el favor gubernamental.
Luego de la “negociación maestra” que realizó en España con los representantes de la FGR para regresar a México y enfrentar el juicio, Lozoya solicitó a la propia dependencia, el “criterio de oportunidad”, con lo que hoy parece un hecho contundente, evitar ir a la cárcel y convertirse así por gracia de López Obrador, en testigo colaborador en el caso de Altos Hornos de México.
En esa relatoría de hechos, se espera también que el ex funcionario federal acuse de forma pública a los entonces legisladores federales que participaron y aprobaron la reforma a la Ley de Energía, que sirvió para abrir el mercado mexicano en ese rubro, a empresarios nacionales y extranjeros.
Y el circo de tres pistas armado entorno a la “captura y repatriación” del multicitado presunto acusado, ha sido utilizado cuando menos en las últimas cuatro semanas, como elemento distractor por el Jefe del Ejecutivo federal, al crecer los contagiados y fallecidos por el Covid-19 que hasta el momento suman más de 40 mil en todo el país.
Sin duda, López Obrador cree que con “las relevantes acusaciones” que cantará Lozoya Austin, batirá a todos sus “socios” de la pandilla del sexenio pasado y le ayudarán para ser el año próximo, otra vez mayoría en la Cámara de Diputados con Morena y sus aliados.
Lo que todavía imagina el tabasqueño es que pese a los graves yerros que ha cometido al frente del Gobierno de la República en los 19 meses de administración que se cumplen este 1 de agosto, la ciudadanía votará de forma masiva por el Movimiento de Regeneración Nacional.
No. Existen muchos mexicanos que coadyuvaron a sacar al PRI “a patadas” de Palacio Nacional –expresaría Vicente Fox- por el hartazgo de los latrocinios cometidos por el gobierno de Peña Nieto. En los cuales, no obstante estar protegido en estos momentos por el propio López Obrador, Emilio Lozoya Austin fue parte de ese esquema de corrupción el hoy inculpado, que en apariencia goza de muchos privilegios y cree que con aliarse a AMLO se pasó de listo
