Hace muchos años, estando en un congreso escuché una frase que impactó en gran manera la forma en que veo la vida: “estoy parada sobre hombros de gigantes”, dijo una compañera para referirse al trabajo y esfuerzo de sus antecesores al cimentar las bases del trabajo que, en ese entonces, a ella le tocaba continuar desarrollando.
Reflexionando en ello, me di cuenta que todos estamos formados sobre bases que alguien más “construyó” para que nosotros seamos personas de valores y bien instruidas: nuestra familia, amigos, conocidos y, en una parte importante, los maestros que nos ha tocado conocer a lo largo de nuestra vida académica.
Me arriesgo a decir que la mayoría de nosotros, si no es que todos, hemos tenido la fortuna de haber cruzado nuestro camino con un maestro que nos cambió la vida para bien, a través de sus enseñanzas.
Con maestros pacientes, cariñosos, preocupados por nuestro bienestar y futuro, dedicados y entregados a su profesión.
Docentes que se volvieron nuestros padres, al no solo compartirnos su conocimiento, sino también su amor por nosotros sus alumnos, convirtiéndose en un apoyo para nuestras familias al ayudarles a corregir nuestro camino de alguna manera.
En este día, su día, quiero aprovechar este espacio para darles las gracias por todo lo que han hecho y siguen haciendo por la educación de México.
Gracias porque a pesar de las condiciones en las que trabajan, ustedes siguen estoicos cumpliendo con su labor, sin quitar el dedo del renglón por sus alumnos. Gracias por su vocación, por su paciencia y por su amor a los niños y jóvenes del país, porque sin ustedes, muchos de ellos quizá hubieran tenido otro presente menos alentador.
Les agradezco por impactar positivamente en la visión de quienes tienen el privilegio de llamarles maestros, incluyéndome. Por dedicar gran parte de su vida a formar la nuestra.
Por eso, hoy en su día, espero que el agradecimiento que muchos les tenemos, se convierta en exigencia de mejores condiciones y oportunidades para ustedes: mejores salarios y prestaciones labores, infraestructura adecuada para que puedan cumplir de manera eficiente con su trabajo y, sobre todo, que se les reconozca el esfuerzo que realizan a diario para sacar adelante a la educación mexicana, aún frente a un sistema que se muestra ineficaz y obsoleto.
Que al terminar el confinamiento por el que atravesamos y en el cual, muchos padres de familia pudieron darse cuenta de todo lo que representa su profesión día a día, ustedes puedan regresar a sus lugares de trabajo siendo más valorados por la sociedad.
Esa es mi petición como agradecimiento a su gran labor.
Gracias por ser los gigantes de mi educación y la de muchos que, al igual que yo, les estaremos siempre agradecidos.
