En el Senado de la República se ha impulsado una propuesta conocida como la “Ley Silla”, impulsada desde sociedad civil y presentada por la senadora Patricia Mercado.
Esta iniciativa busca prohibir que los trabajadores sean obligados a permanecer de pie durante sus jornadas laborales, estableciendo la obligación para los empleadores de proveer suficientes asientos y sillas con respaldo, especialmente en sectores como el de servicios y comercio.
Es asombroso e inaudito que en pleno siglo XXI la sociedad organizada tenga que abogar por un trato digno hacia los trabajadores que se ven forzados a laborar durante ocho horas o más, de pie.
La necesidad de esta ley destaca una situación que, aunque debería ser evidente, demuestra la falta de consideración hacia la salud y el bienestar de quienes desempeñan roles en el ámbito laboral.
De verdad me parece increíble que se requiera una legislación específica para garantizar descansos periódicos y la provisión adecuada de asientos en entornos laborales.
También lo es, el hecho de que existan ocupaciones que impongan la restricción de sentarse con el pretexto de mantener una “buena imagen”; revela una mentalidad anacrónica que pone en riesgo la salud de los trabajadores.
La senadora Mercado ha señalado acertadamente que la falta de descanso adecuado puede provocar una serie de problemas de salud, desde insuficiencia venosa y várices hasta lesiones de rodilla y hemorroides.
Por lo que es inaceptable que los trabajadores deban soportar estas condiciones en aras de mantener una imagen positiva para la clientela, especialmente cuando existen estudios científicos que respaldan la importancia de proporcionar descansos y asientos adecuados.
La propuesta de la “Ley Silla”, aunque parezca absurdo que se tenga que solicitar, es un paso necesario hacia la protección de los derechos y la salud de los trabajadores que desempeñan roles que exigen largas horas de bipedestación.
La imposición de multas y la suspensión temporal de actividades en caso de reincidencia son medidas adecuadas para garantizar el cumplimiento de esta ley y asegurar un cambio en la mentalidad empresarial que prioriza la salud y el bienestar de los trabajadores.
Es desafortunado que, en pleno siglo XXI, sea necesario legislar para garantizar condiciones de trabajo básicas y respetuosas con la salud.
Esta propuesta de ley no solo aborda una problemática evidente, sino que también destaca la necesidad de un cambio cultural en la forma en que se valora y respeta el trabajo humano.
¿Cómo es posible que existan empresarios y patrones que no estén de acuerdo con esto?
Ni siquiera voy a abogar a la decencia o el sentido común, sino al cumplimiento de la propia Ley Federal del Trabajo, misma que enlista como violación el que se realicen conductas que menoscaben o atenten contra la dignidad de las trabajadoras y los trabajadores.
Y, si esto no lo es, entonces creo que definitivamente hemos perdido el juicio y la razón.
Al final, quienes necesitamos que se sienten y dejen trabajar a los legisladores para que aprueben la ley sin obstrucción alguna, son todos aquellos retrógradas que creen que la “imagen” de su empresa o negocio vale o importa más que la
integridad, salud y bienestar de sus trabajadores para que dejen de tratarlos como esclavos.