Atesoro muchos dichos que decía mi abuela, quien fue como una madre para mí, entre los que destaca aquel que utilizaba para referirse a que no hiciéramos cosas buenas que pudieran parecerse o tornarse malas: “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones” o, a veces lo cambiaba por su homónimo “de buenas intenciones está lleno el infierno”.
Hoy lo utilizo para hablar de lo que las autoridades de la Ciudad de México consideran como una buena intención que, sin duda, está muy lejos de serlo debido al impacto que ya está teniendo entre la sociedad de dicha ciudad capitalina.
Me refiero a la obra que las Alcaldías Miguel Hidalgo y Cuauhtémoc intentan llevar a cabo denominado Rehabilitación de la Calzada México-Tacuba, donde buscan confinarla mediante un muro divisorio de 60 cm de altura bajo la idea de obligar a las y los peatones a cruzar la vialidad únicamente por las esquinas; construcción que implicaría el impedirle el paso a peatonas y peatones que se desplazan por esa zona, y los haría caminar hasta 200 metros más, sin importar su edad ni condición física.
Lo anterior además con la intención de poder aumentar las velocidades en una de las avenidas más importantes de dicho sazector, el cual de por sí ya es casi intransitable para los viandantes por sus seis carriles (de los cuales dos son utilizados para estacionamiento de automóviles) y por su diseño centrado en quienes utilizan automóvil privado (ya les he mencionado que esto último es un tremendo error por lo que representa para el medio ambiente, la economía y la sociedad).
Es por ello que vecinas y vecinos de las colonias Anáhuac, Tlaxpana y Agricultura han tenido que salir a protestar, exigiendo que el muro (al cual llaman “#PincheMuro”) no se realice y que en su lugar, las autoridades mejor se preocupen por construir cruces seguros para todas las personas.
Sin embargo, el día de ayer en una de las manifestaciones por parte de la sociedad que se ha expresado en contra del proyecto para exigir sus derechos, fue reprimida por parte de las autoridades, siendo “encapsulados” para detener la protesta, obligando a las personas que acudieron a levantar la voz contra el proyecto a tener que retirarse del lugar.
Y no es el único atentado al que se han expuesto quienes luchan por tener calles para todas las personas, ya que hace una semana el grupo de personas organizadas para detener el proyecto, solicitaron un amparo ante el Poder Judicial, del cual no pudieron entregar la respectiva notificación en la Oficialía de Partes del Gobierno capitalino, donde les negaron el acceso y les enviaron de igual forma a la policía para retirar el bloqueo.
Al parecer los únicos que tienen verdaderas buenas intenciones de hacer las cosas bien (más allá de meras apariencias), son quienes se han visto bloqueados por las personas que se supone deberían velar por nuestra seguridad y bienestar.
Con todo esto vemos una vez más como a las autoridades les importa poco la seguridad vial y la integridad de quienes nos movemos por la ciudad a pie, olvidándose que también nosotras y nosotros somos sujetos de derecho y por ende merecemos mejores condiciones para poder desplazarnos de forma accesible y cómoda.
Ya basta de seguir construyendo nuestras ciudades con base en buenas intenciones que solo nos alejan de lo que es verdaderamente bueno y justo para todas.
Queremos calles para la vida, calles para las personas no para los automóviles.