“Me gusta la clase de Literatura porque me relaja”, este fue el comentario que escuché de un alumno que, a lo lejos, platicaba con su grupo de amigos en la última clase del día.
La clase más difícil no es aquella que es inquieta, sino aquella que se da a la última hora de la jornada educativa, esa donde todos están cansados, tienen hambre, sueño o fastidio acumulado.
Lejos de pensar en ser una voz de autoridad, creo que el mejor docente es aquel que inspira el respeto de un padre, aquel al que le tienes confianza, escuchas, incluso internamente te puedes pelear con él; pero al fin y al cabo, quieres y sabes que lo que te dice es por tu bien.
La clase debe tener esa misma sensación que te regala un hogar, debe sentirse esa misma cercanía con la que conectamos con los amigos, debe regalarte un aprendizaje diario como lo hace un libro.
La salud mental no debe romperse al momento de enseñar, debemos romper esa barrera e incentivar al alumno a través de un momento agradable, justamente uno en donde se sientan tranquilos, se relajen y pierdan el miedo de equivocarse.
Y esto mismo aplica en todas las áreas a nivel profesional: el abuso de autoridad, la falta de comunicación, la apatía, el no saber aprender a trabajar en equipo fungen como barreras que impiden que aprendamos algo.
No hay nada más hermoso que hacer lo que uno ama, que trabajar feliz, que comprometerse a nivel individual, pero siempre y cuando estemos tranquilos, relajados y con la confianza de saber que, aunque sea mucho trabajo, lograremos terminarlo.
Esa es la diferencia entre un ambiente seguro y un ambiente estresante, y hoy más que nunca debemos comprometernos por cambiar las formas en las que ejercemos nuestro trabajo, la manera en que le hablamos a la gente, y sobre todo… en el modo en que pedimos las cosas.
Aprendamos a mejorar nuestra forma de transitar por el mundo, a que la empatía es la base de una mejor conexión con las personas.
Si nunca antes pensó en ti, es el momento ideal para pensar en los demás y de que una vez por todas entendamos que sólo nosotros podemos cambiar el mundo.
Ser mejores personas no sólo nos hace sentir mejor a nosotros mismos, sino también hace sentir mejor a todos aquellos que se encuentran a nuestro alrededor.
