Estaba en una reunión y el tema que saltó a la mesa sin que nos diéramos cuenta fue uno que, sin duda, me dejó muda: ¿Estamos siendo verdaderamente responsables de nuestra felicidad?
Y es que muchas veces la vida traspasa y arroja todo aquello que amamos a un lado sin avisarnos.
Pero, ¿cómo podemos darnos cuenta que nos estamos olvidando de nosotros? Si frases como: “No tengo tiempo”, “No puedo porque tengo mucho trabajo”, “Prefiero que nos veamos después”, o “Ya quiero que sea viernes para dormir” están en tu lista… Cuidado.
Y es aquí donde empezó un maravilloso debate en donde cada una de las personas en la reunión difería de si era correcto o no dejar un “pendiente que es urgente” antes de irse a ser feliz con su familia o amigos.
¿En verdad es algo tan urgente para dejar pasar un momento que no regresará?
Del otro lado de la sala, en la misma reunión, estaba escuchando atento otro grupo de personas jubiladas que eran familia de los anfitriones de la reunión, quienes nos dejaron dar nuestros puntos de vista y después, de la nada, comenzaron a hablar.
“Los escucho y recuerdo mi forma de pensar a su edad, y si algo he aprendido de la vida es que no hay nada más importante que los momentos en familia. Las risas interminables con las personas que amamos, las tardes con café y los celulares apagados”.
Todos los reunidos ese día escuchamos en silencio, quizás fue su voz, o la manera tan necesaria de tener unos años menos de edad para regresar el tiempo, y cambiar todo lo que sabía que no podía volver a tener, fue lo que nos hizo reflexionar acerca de la responsabilidad de la felicidad.
Ese mismo día, quizás por coincidencia, observé una imagen viral en internet: era la foto de una familia sonriendo, padres, hijos y abuelos en Navidad; en la parte inferior resaltaba una leyenda que decía:
“Es el año 2000, estás de vacaciones y tus abuelos, padres y hermanos comparten la mesa. En ese momento, sin saberlo, lo tenías todo; pero el tiempo no perdona y no vuelve jamás”.
Esas simples palabras me derrumbaron por unos minutos, empecé a recordar a los que ya no están y todas esas veces que en mi juventud preferí el trabajo al tiempo de calidad en familia y, aunque como profesional hoy puedo decir que valió la pena, sí tuvo un costo muy alto.
Hoy dejo el tema sobre la mesa en esta columna, la reflexión es de ustedes. ¡Buen fin de semana!