Esta semana, a través de los hashtags “Poder Prieto” y “Donde hay prietura hay sabrosura”, gente que se siente discriminada habló en redes sobre el racismo en México. Lo hicieron figuras internacionales como la mixteca Yalizta Aparicio, Mabel Cadena y Tenoch Huerta, y después se sumaron escritoras, periodistas, artistas y más gente morena, como se considera a sí misma casi 65% en México, según Conapred.
La mayoría de los posteos decían, simplemente: “Mi piel se respeta, mi piel suda, mi piel resuena, en mi piel no hay duda, mi piel ama, mi piel es pura sabrosura”. Increíblemente, en 2021, hubo gente en esas redes que dudó sobre la existencia del racismo en México, que lo consideró algo menor o, peor aún, que pensó que eso era racismo inverso (habrá que repetirlo cuanto sea necesario: no existe el racismo inverso).
Es cierto que las redes no son representativas de la población mexicana, también lo es que justamente quien más acceso tiene a internet es la gente más rica. Y (oh, sorpresa) esa gente es mayoritariamente blanca.
Las cifras del informe “Por mi raza hablará la desigualdad”, publicado en 2019 por Oxfam México, son contundentes al respecto. Mientras que solo 10% de las personas con tono de piel oscuro tiene educación superior, 25% de las personas de piel clara pudo ir a la universidad. Solo 12% de las personas de piel oscura alcanza a ser parte de la población más rica, y 27% de las personas de piel clara llega a serlo. La probabilidad de tener un trabajo manual de baja calificación es 89% mayor para los hombres negros o mulatos, que para los hombres blancos o mestizos.
Si algo han demostrado las calles y las urnas en estos últimos tres años en América Latina —como el triunfo de López Obrador en México— es que la gente está harta no solo de la clase política tradicional, sino de las élites que gobiernan los países. En México, esa élite es blanca. Sin embargo, ésta sigue sin darse por aludida: o no entiende lo que está pasando o no quiere entenderlo. Y mientras más tiempo se tarde en actuar al respecto y buscar frenar este racismo lacerante —o al menos darse cuenta de que existe—, más crecerá la rabia y la necesidad de que lo entiendan.
Ha sido increíble ver cómo gente que abogaba en contra del racismo en Estados Unidos después del asesinato de George Floyd, hoy señale que el racismo no existe en México; que en México “somos clasistas, no racistas”. Como si no estuvieran ligados y fueran uno mismo. Probablemente nadie que no haya escuchado un “pinche naco”, un “pinche indio” o un “pinche negro” por su color de piel entenderá que el racismo existe. Y lo impotente y enojado que eso deja a cualquiera.
Esta misma semana un columnista en México hizo un intento fallido de hablar como “los trabajadores” mediante palabras como “carnal” y “jefecita”, para explicarle (supongo) a la gente por qué no debe de votar por López Obrador. Más allá de las felicitaciones y las críticas al texto que sucedieron en la burbuja de redes, ese nivel de desconexión de las élites con lo que pasa en el mundo real, fuera de la vida del 1%, es el mismo de quien señala que denunciar el racismo es un acto racista. Tienen que entenderlo: México es un país racista y eso ya no lo vamos a tolerar. _
Mael Vallejo
@maelvallejo