La palabra complacencia está relacionada a estar a gusto con uno mismo, satisfecho, contento.
Esta postura de “business as usual” (todo sigue igual) genera un agradable confort y el lema es: “no hagan olas; quietos todos, somos una familia feliz”.
La complacencia es uno de los llamados pecados del éxito como la arrogancia, la suficiencia, la petulancia o el engreimiento, pero es quizá más letal porque es cuando la pasión se apagó.
No es lo mismo cometer un error en el camino por querer ser más o tener más, a no querer ni siquiera intentarlo.
Gente que está en esta posición usualmente siente que tiene derecho a estar bien, a gozar de los frutos de su trabajo o talento, y opta por relajarse, entra en una zona de confort.
Se le olvida que la vida no es justa, ni se mortifica por darle a cada quien lo que merece; se le olvida la solidaridad, se le olvida que otros tienen necesidades, se encierra en su mundo y espera que nada suceda que altere su status.
Pero las incomodidades, los sacrificios e incluso las tragedias le ocurren a buenos y malos, a trabajadores y flojos; los triunfos igual.
Es duro aceptar que se vive inmerso en la ambigüedad, la ambivalencia; pero es justamente en este tironeo, en los pesos y contrapesos, donde se construye, se evoluciona y se crece
Pues resulta siempre que cuando tienes la respuesta de algo, las preguntas cambian.
Si se trata de disminuir el paso que a veces acompaña a la edad, entonces debemos de crear innovaciones en nuestro estilo de vida, adaptarnos a las nuevas circunstancias, aprovechar la experiencia ganada pero al mismo tiempo estar dispuestos a cambiar.
Pero no se trata de irnos al extremo, referido a un estado de ansiedad permanente.
Pero cuando nos dejamos caer y dejamos de luchar, la entropía nos come, nos derrumba, nos deteriora con esa actitud de “ya no importa”.
Así una persona se aísla en su éxito -e incluso en su fracaso- y sus actividades se convierten en rutinas, deja de cuestionarse su existencia, de buscar oportunidades, de autoimponerse retos e incluso pierde el sentido de su existencia.
Una persona complaciente no quiere a la innovación. El aferrarse a la complacencia mata al espíritu de aventura, conquista y cambio.
Habrá que tener cuidado con la complacencia, buscar retos que nos inspiren de nuevo; un nuevo sueño que agrande el anhelo y más y mejores propósitos que enciendan la pasión.