El último gran ÍDOLO del Santos, con letras mayúsculas, ha sido Oribe Peralta. Ni Furch, ni Djaniny, ni Izquierdoz, ni Brian Lozano, ni Gorriarán. Ni siquiera Acevedo.
Por mencionar algunos jugadores más recientes. Por eso lo menciono de esa manera: ÍDOLO con letras mayúsculas. Oribe significa tantas cosas.
No cualquiera tiene una estatua en el TSM. No cualquiera. Basta con ver las estatuas y nombres de los Santos Inmortales: Jared Borgetti, Rodrigo “Pony” Ruiz (no se puede pensar en Jared sin el Pony), Oswaldo Sánchez, Christian Benítez y, desde el pasado domingo, Oribe Peralta.
Tal vez pudiera estar un poco en desacuerdo con el caso de Benítez, pues no llegó a ser un ídolo del tamaño de los otros 4, pero entiendo también que su estatua viene a ser un homenaje por su sensible e incomprensible fallecimiento.
Tal vez Benjamín Galindo, Antonio Apud o Héctor Adomaitis (estos dos últimos iniciadores de la Santos manía) bien pudieran tener y merecerían una estatua antes que la de Christian Benítez.
Aquel legendario gol de Peralta ante Tigres en el tiempo de agregación, a pase de Darwin Quintero, que terminó significando la que es probablemente la remontada más dramática y electrizante de la historia del Santos, todavía sigue en la memoria del colectivo santista.
Todavía se sigue gritando.
Es imposible no emocionarse con ese gol mientras uno lo repite decenas de veces en los videos que abundan en la red. También aquel gol imposible ante América donde Oribe jala la pelota, quién sabe cómo, para sepultar al América en el Azteca.
En fin, tantos goles, tantas grandísimas actuaciones y tantos logros que Oribe Peralta le dio al Santos y a su afición, bien valen ser inmortalizados con su estatua y su palco en el estadio Corona.
Fantástico el lleno de la afición en honor a su último gran ídolo. Oribe lo disfrutó hasta las lágrimas.
Los grandes futbolistas son aquellos a los que, aunque pasen los años y el tiempo, te dibujan una sonrisa en el rostro cada vez que los vuelves a ver.
El Santos, de manteles largos por Peralta, batalló contra unos Bravos de Juárez bien duros y correosos.
Las fallas fueron un factor clave, pero el Santos es mejor equipo en todos los sentidos y al final terminó reflejando su superioridad.
Queda el feo gesto de Correa (un gesto como ese nunca lo hicieron los Santos Inmortales a su afición) durante la celebración en el segundo gol.
Pero lo que importa es que el Santos está enfilado y bien embalado para la liguilla.