El Santos está eliminado, otra vez. El Santos, Ambriz y los jugadores, tienen muchas cuentas pendientes con su afición. Queda claro que todo se vino abajo desde que se optó por dar continuidad al proyecto de Repetto, después de que el uruguayo había fracasado en un torneo anterior. A muchos nos quedaba claro, lo escribí varias veces, que Repetto no tenía nivel para dirigir a un club como el Santos. Y Repetto deshizo al Santos; salió peor que Fentanes y, más atrás, que Caixinha. Es claro que Repetto fue la piedra angular del fracaso del Santos en los últimos torneos. Pero… si nos remontamos al pasado un tanto más lejano, caeremos en la nada cómoda (para algunos) reflexión de que el Santos nunca volvió a ser el mismo desde que se fue Guillermo Almada.
Nacho Ambriz llegó al quite, claro está, y logró que su equipo tuviera orden, volviera a ganar confianza y los jugadores pudieran despejarse un poco la cabeza de tantas telarañas y cochambre que los anteriores entrenadores les habían dejado en su mente. Ambriz tiene más madera de entrenador que los últimos que ha tenido el Santos. Ha sido campeón y sus ideas son claras, sencillas y fluyen de manera adecuada: el señor transmite de manera muy efectiva su mensaje y al jugador no le es complicado comprenderlo. Pero Ambriz no es mago. Trabaja mucho, y trabaja bien. Sí es estratega, sí le sabe a la táctica. Habla cuando tiene qué hablar, pero es más lo que trabaja que lo que habla.
Digamos que Ambriz, ya más asentado y familiarizado con el club y con el equipo, no deberá quedarle mal a nadie. Tiempo al tiempo con él. A la afición le agrada y tiene su confianza. Pero hay muchas tareas por realizar, muchas promesas por cumplir. Ya urge armar de verdad un buen equipo, competitivo y con jugadores de calidad comprobada, no experimentos para ver si a futuro resultan ser un buen negocio. Entiendo el modelo de gestión, pero la afición ya no soporta la situación, ya no quiere estar sufriendo de esta manera ni desea seguir siendo el hazmerreír de muchos otros aficionados.
Urge cambiar la manera de pensar para que las cosas cambien de verdad y de manera duradera. Una buena medida sería bajar de precio los boletos (aunque sea en la parte de sol y las cabeceras) para volver a atraer afición de antaño y, por otra parte, hacer que los abonos sean de uso exclusivo del dueño del abono. Por lo menos así ya no les invadirán el estadio aficiones rivales. Así el santista ya no se sentirá visitante en su propia casa.
