En la madrugada del miércoles 7 pasado se perpetró en la Cámara de Diputados federal el ataque institucional más grave en la historia del Instituto Nacional Electoral, así como a los tribunales y los órganos locales electorales.La oposición política había cerrado filas para oponerse a la reforma constitucional que planteó el ejecutivo nacional, una reforma regresiva que le reintegraría al gobierno el control de los procesos electorales, pero recibió como reacción una iniciativa legal que modificaría seis leyes distintas que inciden el este campo fundamental para la democracia procedimental que nos hemos dado los mexicanos en 30 años de transición.
Sin el tiempo mínimo para realizar un estudio serio a nivel de las comisiones legislativas, la mayoría oficialista impuso la inclusión del punto en la agenda y su votación en fasttrack. Al contrario de la reforma constitucional, que demanda una mayoría calificada de dos tercios del pleno, la reforma legal sólo requiere la mayoría simple —la mitad más uno— para su aprobación. Así fue aprobada con 269 votos a favor, 225 en contra y una abstención.
Una reforma hecha a la carrera, afinada a hachazos, con un tufo evidente de venganza en contra de una institución que se negó a caer en los chantajes de 2006 y 2012. Un ataque perpetrado en el último tercio de una administración desesperada por garantizar, al precio que sea, la permanencia de un proyecto que ha deconstruido instituciones, ha sembrado el divisionismo e impulsadoel resentimiento social. Y sin embargo es el gran beneficiario de los principios que ha defendido el IFE-INE: legalidad, certeza, independencia, imparcialidad, máxima publicidad y objetividad.
En aras de una falsa austeridad, se busca cortar áreas fundamentales completas del INE, lo que le restará efectividad.
Los despropósitos ya están siendo señalados por los actuales consejeros del INE, a quienes se les profesa una especial ojeriza desde las tribunas del poder. Sus remuneraciones, dictadas por la ley, han sido la excusa engañosa para despertar las censuras mezquinas de quienes han recibido ingresos arcanos pero abundantes en sobres amarillos.
Luis Miguel Rionda *
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* Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León