En Los novios de Manzoni hay 29 símiles. El primero tiene que ver con uno de los temas recurrentes en la novela: los ataques a los panaderos y molineros por juzgarlos “acaparadores” y “logreros” del trigo. Mi favorito sería uno que yo mismo he derivado de lo siguiente. La novela ocurre en la Lombardía del siglo XVII; en un momento el bocón canciller de Milán, Antonio Ferrer, asegura que habrá “Pan y justicia” para todos los habitantes de la ciudad y cárcel para los “especuladores” y “encarecedores” de la harina de trigo. Una multitud rodea su coche exigiendo oír lo que quieren: “Las turbas se agitaban y bullían delante, detrás y a los lados del coche, como se agitan las olas en torno de un buque combatido en su marcha por una furiosa tempestad”. Ferrer les promete mientras su coche avanza por la calle: “Sí, señores. Habrá pan en abundancia” y toma luego una serie de decisiones estúpidas al creerse su propia demagogia. Mi símil iría, entonces: “Como el funesto Antonio Ferrer, cuya ‘bienhechora’ ineptitud en el gobierno causó un escandaloso desabasto de harina de trigo en aquel Milán, así…”
Guerra y paz de Tolstoi tiene igualmente 29 símiles. El primero: “Como el maestro de un taller de hilados, una vez que instaló a los obreros en sus puestos respectivos da vueltas por el establecimiento, atento a la inmovilidad o al excesivo ruido de los husos, y se apresura a desacelerarlos o a restablecerles la velocidad adecuada, así Ana Pavlovna daba vueltas por su salón, abordaba a un grupo silencioso o a otro que platicaba de más y con una palabra o nuevo ajuste hacía que la máquina de la conversación corriera otra vez de modo parejo y apropiado”. Mi favorito: “Napoleón, a quien imaginamos como el conductor de todo este movimiento (como un salvaje se imagina que la figura esculpida en la proa de un barco es la fuerza que lo conduce); Napoleón, durante todo este tiempo de su actividad, era como un niño que, sujetando las correas atadas dentro del coche, cree que él lo conduce”.
Luis Miguel Aguilar