Te traigo —dice el camaleón peripatético en el cuarto donde escribo— este ensayo (TLS, 31/7/15) que se ocupa del segundo volumen de la biografía de A. David Moody sobre el poeta estadunidense Ezra Pound (1885-1972). El volumen se titula Los años épicos, 1921-1939. Se suma al anterior publicado en 2007, El joven genio, 1885-1920. ¿Vas a entrarle? Ya sé: ni le entraste al primero.
—Camaleón: ya estoy viejo para emprender la lectura de una nueva biografía de Pound. Mejor dicho: acabo por volver siempre a la vieja biografía de Noel Stock titulada The Life of Ezra Pound (1974; edición en español, Ezra Pound, Debates, Valencia, 1989). Para mí es la canónica. No sé qué tanto puedan agregar las nuevas biografías, por más minuciosas que sean. O mira un detalle. Según otra reseña del TLS en 2007, parecía que en el tomo inicial de Moody se daba a conocer por primera vez una de las anécdotas más divertidas en la vida de Pound. No era así; ya estaba en la biografía de Stock. Digna, por lo demás, de compartirse. Durante sus años en Londres antes de la Primera Guerra Mundial, Pound sostuvo que la poesía debía ser austera, directa, sin deslices emocionales, tan “granítica” como fuera posible. Su actitud combativa le acarreaba peleas. Cuando el poeta georgiano Lascelles Abercrombie publicó un artículo sobre la necesidad de volver a lo sencillo de la poesía del romántico Wordsworth, Pound le envió una carta cuyo punto extremo y alarmante, iba: “La estupidez llevada más allá de cierto punto se vuelve una amenaza pública. Por tanto he aquí que te desafío a un duelo… muy pronto sabrás de mis padrinos”, y lo dejó escoger el tipo de armas. Abercrombie escogió que se aventaran los muchos ejemplares sin vender de sus respectivos libros de poemas y la broma le encantó a Pound.
—Pero no te sabías ésta. El nuevo tomo biográfico revela que Pound no solo jugaba muy buen tenis sino en qué consistía su mejor desempeño tenístico. Como en los otros órdenes de su vida, Pound era experto en subirse a la red y atacar con su mejor golpe, el de volea. Así habría procedido con sus lecturas, y sus poemas y ensayos: yéndose siempre a la red y rematando de volea. Fallara o no. Por cierto, el ensayo de David Bromwich sobre el segundo tomo se va duro contra los fallos de Pound en la red, más que nada su estúpido y trágico apoyo a Mussolini y los programas de radio contra Estados Unidos y a favor del fascismo que transmitió en Radio Roma durante la Segunda Guerra Mundial, por lo cual fue aprehendido en Italia y puesto literalmente en una jaula al aire libre. (Stock refiere que durante las tres semanas que estuvo en la jaula y para conservarse en forma Pound, entre otras cosas, hacía movimientos tenísticos sin raqueta, pelota, red ni rival.) Solo el alegato abogacil de que estaba loco libró a Pound de morir colgado por traición a su patria. Deportado a su país en 1945, estuvo varios años en el hospital St. Elizabeths de Washington para enfermos mentales. Sin duda será parte del próximo y, es de imaginarse, especioso tomo biográfico de Moody (el más reciente consta de 421 páginas); y es de suponerse que para sus críticos ofrecerá una nueva oportunidad de no concederle a Pound que en sus propios poemas, en sus debatidos e inexpugnables Cantos, que en número rebasan los cien, hubiera expiado sus culpas. Como aquello de “He intentado escribir el Paraíso// No se muevan/ Que hable el viento/ Ese es el paraíso// Que los dioses perdonen/ lo que he hecho/ Que quienes amo traten de perdonar/ lo que he hecho”. De paso: Juan Carlos Onetti tradujo uno de los versos como “Dejemos hablar al viento” para darle título a una novela.
—Al respecto hay un momento especial en el Canto 81 de Pound. Es igualmente una expiación de sus errores y un impulso por aferrarse a lo que pudiera salvarlo. En uno de los versos se lee: “What thou lovest well remains”. Entre nosotros José Joaquín Blanco lo aisló e iluminó para crear con él un hermoso, austero, a su modo “granítico” poema, “Canción de Ezra Pound” (La siesta en el parque, UNAM, 1982). Dice:
Lo que mejor has amado
Será tu fortaleza.//
Sobrevivirá incluso
Contra ti mismo.//
Lo que mejor has amado
Desautorizará a tus enemigos.//
Desmentirá incluso
Tus momentos de mala fe.//
Sólo estás inerme
Cuando amas con torpeza.//
Lo que mejor has amado,
Pese a todo, te define.//
Prevalecerá incluso
Sobre las demás definiciones.