El resultado de cualquier actividad humana se debe a dos grandes causas: la habilidad y la suerte. Hay actividades cuyo resultado se debe exclusivamente a la habilidad, como el ajedrez, y hay otras cuyo resultado se debe exclusivamente al azar, como tirar un par de dados. Dicho esto, en realidad son pocas las actividades que viven en los extremos: producto enteramente del azar, o completamente de la habilidad. La realidad es que la mayoría de las actividades humanas tienen un componente de ambas, y hay veces que predomina una o la otra.
Ahora bien, en el corto plazo, habilidad y suerte pueden ser confundidas fácilmente. Una racha de buena suerte tiende a ser confundida con habilidad, por ejemplo, ganarle al mercado durante varios días seguidos. En este caso, dado que invertir en el mercado tiene un componente importante de suerte, si el azar nos favorece, entonces tendremos resultados positivos, independientemente de nuestra habilidad para elegir una inversión. A pesar de esto, tendemos a asociar los buenos resultados con nuestra “habilidad innata” para invertir, lo cual no es del todo correcto.
Sin embargo, en el largo plazo, la habilidad y la suerte tienden a dar resultados distintos y pueden ser fácilmente distinguibles. Generalmente, si en una actividad humana predomina la habilidad, entonces los resultados de dicha actividad tenderán a ser consistentes, es decir, presentarán una variabilidad baja a lo largo del tiempo. Por otro lado, si la actividad está más marcada por el azar, entonces los resultados no serán consistentes, y se presentará, invariablemente, un efecto de “regreso a la media”.
El efecto de regreso a la media suele darse en procesos en donde el azar domina, de tal forma que, no importa hacia donde vaya alguna variable, ésta tenderá a regresar al promedio histórico en el largo plazo. El ejemplo más simple es lanzar una moneda. En el corto plazo podría darse el caso en que, al lanzar la moneda, ésta entregue varias caras seguidas. Esto no significa que sea más probable que salga cara sobre cruz, o que nuestra habilidad para “lanzar caras” sea mayor a la de “lanzar cruces”. Sin embargo, en el largo plazo, después de tirar la moneda 1 millón de veces, seguro se darán rachas de cruz que empatarán las rachas de cara, logrando así encontrar la verdadera media del proceso, es decir, 50% de probabilidad de que salga cara y 50% de que salga cruz.
Lo mismo sucede con el mercado, pero en una escala mayor y de manera infinitamente más compleja. Veamos el ejemplo de las tasas de interés. Durante los últimos 10 años, las tasas de interés estuvieron bastante bajas: en el caso de EE.UU., de 2010 a 2020, el promedio de la tasa de la Fed fue de 0.75%, mientras que, en el caso de México, el promedio en el mismo lapso fue de 5.15%. En ese sentido, ver tasas actuales de 5.50% y 11.25% para EE.UU. y México respectivamente, nos podría llevar a pensar que las tasas son extremadamente altas, incluso, a varias desviaciones estándar de la media. ¡Una locura! Pero ¿10 años es una buena métrica de “largo plazo”?
Tomemos más tiempo. Veamos los últimos 50 años. De 1970 a 2020 el promedio histórico para la tasa de la Fed fue de 5.10%, mientras que para Banxico fue de 21.80% (desde 1982). Al ampliar el intervalo de 10 a 50 años podemos ver que la última década fue bastante atípica, y que los niveles de tasas hoy son bastante normales si consideramos el promedio histórico, en ese sentido, el nivel de tasas está regresando a la media. De hecho, llevamos 3 años en este proceso.
Si vemos el bono de 10 años de EE.UU., tocó mínimo el 4 de agosto de 2020, y desde entonces se ha dedicado a subir. El promedio histórico de este indicador es de 6.20% en los últimos 50 años, y su valor actual está alrededor del 4.70%, es decir, 1.50% aún por debajo de su media histórica. Hay que recordar, además, que el azar juega un papel importante en los mercados financieros. En este sentido, no debería ser extraño que las tasas sigan un proceso de reversión a la media; un proceso que hasta ahora ha tomado 3 años, y que podría continuar un tanto más.
“Tasas altas por más tiempo”, se ha cansado Powell de repetir, y es altamente probable que sea eso lo que nos espere, aunque nos cueste trabajo imaginarlo porque la década pasada vivimos periodos de tasas atípicamente bajas. Ya no. El mundo ya cambió. De hecho, el pronóstico actual es que las tasas sigan subiendo e, incluso, los más valientes se animan a pronosticar tasas de 10 años al 7%; tasas no vistas en casi 30 años. La verdad es que es difícil pronosticar hasta dónde llegará, pero lo que sí es cierto es que hemos comenzado el largo y tortuoso camino hacia la media histórica, y no parece que vaya a detenerse pronto.