En esta Navidad de 2021, frente a las extraordinarias muestras de amor, fortaleza y solidaridad que han dado millones de personas en el mundo ante a la pandemia de Covid-19, nuestro corazón se conmueve, pues confirman que nuestra fe está viva yque el nacimiento de Jesús, el Niño Dios, renueva la esperanza para seguir actuando frente a la enfermedad, contra la desigualdad,la pobreza, la violencia y los desplazamientos.
La Noche Buena nos recuerda cómo, aún en las más extremas y atípicas circunstancias de una familia pobre, migrante y sin techo, dio inicio hace más de dos mil años, esta era que hoy vivimos, cuyo signo es la búsqueda de la fraternidad, sororidad, paz, justicia y felicidad. Una búsqueda que no termina y que, en estos momentos de desazón y desconsuelo, nos hace volver los ojos a las enseñanzas y ejemplos que ese recién nacido nos dejó.
La Compañía de Jesús en México está convencida de que no es tiempo de resignarse, sino de renovarse y buscar la reconciliación. El nacimiento de Jesús es el mejor ejemplo de que nadie se salva solo y que esa salvación viene de la acogida a los más pequeños, los más vulnerables y necesitados: indígenas, mujeres, niñez y migrantes.
La gran enseñanza de ese nacimiento es que los seres queridosson el mejor refugio ante la desesperanza y que, no importa la distancia, la solidaridad existe y llega incluso en lomo de camello.
Nuestro amado México tiene importantes retos y no podemos ser indiferentes frente a la violencia, la crisis migratoria, la desaparición de personas, la tortura, y la creciente militarización que amenaza la tranquilidad de nuestros pueblos.
Entre los estragos de la crisis sanitaria, tenemos presentes y abrazamos a los millones de niños y niñas que perdieron a sus cuidadores: papá, mamá, abuelos u otras personas con custodia o que vivían con ellos. Instamos a quienes los rodean a darles consuelo y a los gobiernos a generar políticas públicas que mitiguen su tragedia.
Los jesuitas en México consideramos que la violencia hacia las mujeres es intolerable y nos preocupa que este problema se haya recrudecido durante el confinamiento social, cuando han tenido que permanecer en casa con sus agresores. Coincidimos con el Papa Francisco, quien la califica como “un problema satánico”, que se agudizó con la pandemia.
Asimismo, la migración forzada es una crisis humanitaria que tenemos en casa y cuya solución no es simple ni inmediata, requiere de un cambio en las estructuras. Las y los migrantes que llegan o cruzan cada día nuestro país tienen rostro, miradas e historias que debemos conocer, para no permanecer indiferentes, para erradicar la discriminación y los discursos de odio; es tiempo de ser solidarios y practicar la virtud de la hospitalidad, como la que recibieron José y María en Belén.
La Navidad nos recuerda que Él fue solidario con nuestra condición humana, al extremo de Encarnarse, y nos pide no dar falsos consuelos, sino a practicar la empatía y la misericordia. Miremos a los ojos a las personas desfavorecidas, dejemos que su sufrimiento toque nuestros corazones para abandonar la indiferencia.
Los jesuitas nos sentimos invitados a redoblar esfuerzos para atender estas dolorosas realidades desde nuestras obras y redes apostólicas. Dios nos invita a ser constructores de esperanza y reconciliación, promotores de amor, justicia y paz, para hacer posible la Buena Nueva de Jesús.
Unidos en oración, les deseo una Feliz Navidad.
Luis Gerardo Moro Madrid S. J.*
*Provincial de la Compañía de Jesús en México.