Desde su arribo al poder, AMLO ha utilizado la plataforma de “Las Mañaneras” para denostar -de manera sistemática y ácida- a periodistas, analistas y reporteros que difieren de su visión de gobierno.
La libertad de expresión, fermento crítico del pensamiento periodístico y editorial ha sufrido los embates de AMLO.
Igual actitud ha adoptado AMLO con la disidencia política de partidos políticos, de la sociedad civil organizada, de intelectuales reconocidos y opositores desde el empresariado.
¿Cómo respetar las ideas de éstos si son crucificados desde el púlpito presidencial como corruptos, fifís, conservadores, neoliberales, fascistoides u extranjerizantes?
La opaca desaparición de los fideicomisos, con un presupuesto de 68 mil 478 millones de pesos, sin justificación pública o rendición de cuentas alguna en 2020, impactó de manera directa “la ciencia y la tecnología, el cine y la cultura, la reparación a víctimas y la protección de periodistas y personas defensoras de derechos humanos para dejar esos rubros sometidos al capricho de la política de la 4T”.
¿Qué destino puede tener una sociedad sin la inteligencia, creatividad e imaginación críticas de las comunidades científica y artística? O, ¿sin las voces críticas de las personas que defienden y/o encarnan las injusticias cometidas con decenas de miles de mexicanos para exigir un verdadero Estado de Derecho en nuestro país?
Puntualizo un hecho reciente, que da luz sobre el intento de AMLO por institucionalizar -mediante el uso faccioso de las instituciones del Estado- un pensamiento único en el país.
El intento de la FGR de meter a una prisión de alta seguridad a 31 académicos -del más alto reconocimiento nacional e internacional- por una acusación -ya rechazada por dos jueces- de delincuencia y lavado de dinero.
Lo visto de manera integral es claro: poco a poco, AMLO y la 4T destruyen el pensamiento crítico -diverso y plural- como sustento democrático, para edificar un pensamiento único, regido desde la autoridad centralizada del poder presidencial.