¿Qué aprendimos de la tragedia ocurrida el sábado pasado, en el Estadio Corregidora de Querétaro?
El marcador final -en ese momento- fue: 22 aficionados lesionados y/o 17 muertos.
El clamor fue desafiliar los dos equipos. Cancelar la Liga 2022.
No ir al Mundial de Qatar este año. Retirar, la FIFA, la participación de México en el mundial de 2026. No jugar fútbol profesional hasta no haber condiciones para hacerlo.
1er aprendizaje: La violencia en el fútbol “es un subproducto de la violencia” generalizada que vive el país; y que es exacerbada desde el púlpito de Las Mañaneras por AMLO.
2º aprendizaje: En el entorno polarizante del país, los políticos de ambos extremos sacarán rajada de la tragedia sin importar la vida de las víctimas.
3er aprendizaje: El fútbol es negocio, más allá de los sentimientos rabiosos de sus seguidores. Por ello, los dueños de los equipos no permitirán que ninguna tragedia reduzca sus ganancias empresariales.
El castigo “ejemplar” es una prueba de ello. No habrá desafiliación del Querétaro (o del Atlas) y no serán prohibidas, en definitiva, las barras deportivas.
4o aprendizaje: Las barras deportivas o grupos de animación futbolera -como eufemísticamente las llamó Yon de Luisa -presidente de la Federación Mexicana de Fútbol- tienden, como ocurrió en Argentina, a vincularse con el crimen organizado e incidir en la vida de los clubes, tanto en aspectos administrativos como deportivos.
5º aprendizaje: urge como bien lo señala, Julio Astillero, “revisar el esquema de fútbol profesional en México, dominado por intereses televisivos, el lavado de dinero, la inseguridad en los estadios, la exacerbación mediática de ánimos (colectivos).
Todo ello, en el marco de violencia criminal desbordada e impunidad generalizada”.
6º aprendizaje: No asistir a un estadio a mirar un partido de fútbol como una forma -mínima- de protestar por la actitud tan jodida de los dueños de los equipos de fútbol, quienes se asustan más por el grito de ¡Puto! que por la violencia física en los estadios.