Hace años, cuando estudiaba en la Universidad de Berkeley, me sorprendía mirar que las librerías tuviesen y ampliasen -en poco tiempo- sus secciones de libros de auto ayuda.
Recuerdo tres títulos de los libros en los estantes: “Consejos para ser una persona interesante ante los demás”.
“¿Cómo iniciar una conversación con un extraño?” “¿Qué temas abordar después de hacer el amor?” Leía los títulos e imaginaba a Erich Fromm, Carl Rogers y a Viktor Frankl lagrimear por el lamentable estado de la condición humana.
Mi profesor Robert Bellah, empero, tenía una explicación puntual para la causa de su desasosiego: el individuo norteamericano promedio se ha desprendido de su sentido de comunidad, de tal manera que ha desarrollado un individualismo feroz con fuertes tendencias narcisistas.
Por ello, este individuo tiende a existir como un fin en sí mismo, alejado de su comunidad: familia, vecinos, religión, política, etcétera.
En ese sentido, no es casualidad la pérdida de su capacidad para presentarse ante los demás -de manera espontánea y sin pretensiones, de conversar con el otro de manera indistinta o de cultivar una intimidad compartida con una persona significativa.
Encerrado el individuo en sí mismo ha perdido su capacidad para relacionarse con los demás y consigo mismo, decía mi profesor Bellah, por eso, para recuperar esa capacidad busca las respuestas a su vida en los libros de auto ayuda desde su soledad personal.
Un dato reciente, comprueba cómo ese individualismo genera -en el sentido más amplio- una preocupación excesiva por la longevidad personal -vía el ejercicio físico, la cirugía estética y los suplementos medicinales; una baja tasa de matrimonios contrastada con un alta de divorcios; menos hijos por familia pero más animales en casa, un alejamiento de la familia -sobre todo de los padres y los abuelos- y más personas que viven solas.
(Continuará).
Nota: El autor es Director General del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.