Primer acto.
Corría el mes de septiembre de 2018, cuando AMLO, en una gira de agradecimiento, expresó: “hay una prensa fifí que está muy atenta, sacando las cosas de contexto, buscando las podridas” (…) porque no quieren que se afiance nuestro proyecto de transformación”.
Escandalizado, aparece el Coro de la libertad de expresión (integrado por sus 6 hijas; las cuales, presuntuosas van vestidas de “marca” (léase Prada, Gucci, Armani, Prada y Versace con bolsas Louis Vuitton y zapatos de Stuart Weitzman). Ahí están todas “fufurufas”; la evidencia, la investigación, la verdad, la crítica, la ética y la responsabilidad con el lector, radioescucha y televidente.
Segundo acto.
En marzo de este año, AMLO hizo trizas al periódico Reforma: lo acusó sin evidencia de conservador, “salinista” y cómplice del neoliberalismo. Luego le exigió revelar sus fuentes en la fallida exigencia del perdón amloista a España por “las violaciones cometidas contra los pueblos originarios hace más 500 años”.
¿Y el Coro de la libertad de expresión? Cómo joden, a esa hora, estaba en el “spa” haciéndose un tratamiento europeo de “chocolaterapia”, “oroterapia” y “fangoterapia”. ¡Pos’ faltaba más!
Tercer acto.
En abril de 2019, el periodista mexicano, Jorge Ramos, radicado en Estados Unidos, acorraló con cifras oficiales a AMLO y le preguntó: “¿qué va a hacer a corto plazo para que no sigan matando a tantos mexicanos?” Porque “durante el 1er trimestre de su gobierno han muerto 8 mil 424 mexicanos”.
AMLO respondió: “tengo otras cifras” y desató la jauría contra Ramos: Fernández Noroña y Solalinde lideraron el ejército de bots pejistas en redes sociales para hacerlo papilla. Un amenazante AMLO cerró el tema así: “si (los periodistas) se pasan ya saben lo que les pasa”. Linchamiento y desprestigio. Nomás.
El Coro de la libertad de expresión (al fin fifí) hizo mutis, porque se encontraba en la hora del té. ¿Cómo culparlo?
Por eso digo con AMLO: ¡al diablo la prensa fifí y su dama de compañía la libertad de expresión, que es todavía peor que ella!