El corazón en la cabeza. Napoleón
López Mateos dijo hace años que las palabras de un presidente significan mucho más que las de cualquier habitante de la nación, y por eso debe tener el cerebro arriba y las hormonas abajo. Él cuidó mucho sus palabras y emociones, y logró ser un presidente respetado.
AMLO, de costumbre, tiene un verbo contradictorio permanentemente y su tenacidad, que de virtud se convirtió en defecto, está impidiendo lo que los filósofos del siglo XIX demostraron: que debe existir una dialéctica hegeliana de síntesis, antítesis y búsqueda de la verdad, y que saber escuchar y respetar la opinión del disidente es sabiduría.
Por eso me parece imprudente que hable mal de los médicos, en genérico y que asocie la medicina con el liberalismo económico, cuando, en el fondo, la gran mayoría que estudia y practica la medicina es un humanista generoso que sacrifica su yo en favor de su paciente; que trata de curar-aliviar y consolar. Nuestra profesión no merece el sofisma de la generalización.
Descartes: Pienso, luego existo… Hay que leer a Hegel y seguir la sabiduría oriental de escuchar, meditar, pensar y luego responder.