La formación integral de los jóvenes define el futuro de la democracia.
Ayer el Presidente dio una serie de recomendaciones, fundamentalmente dirigidas a los empresarios, y las palabras que esgrimió, como amor, pueblo y democracia, son muy estimulantes, en una visión integral del macrocosmos en el que vivimos, en donde la globalización y la tecnología de punta, así como la inteligencia artificial, nos va a ayudar o a estorbar, depende de lo que hagamos, nuestro camino para ser un pueblo civilizado y demócrata.
La palabra amor tiene su máxima expresión en el arte-ciencia de enseñar y la educación es fundamental para impregnar la cultura tan valiosa que tenemos, pero también para apoyar las nuevas tecnologías, la ciencia y la visión moderna de la colaboración entre países, para lograr un mejor mundo sin desnutrición, sin pobreza y con los objetivos muy claros de que debe haber una mejor distribución de la riqueza y de que los países deben ayudarse unos a otros, no polarizarse, estorbarse o declararse la guerra, como sucede en el caso de Rusia y Ucrania.
Yo creo que estos señalamientos en las frases del Presidente deben ser analizados y además entrar al concierto de la dialéctica, para apoyar el concepto de amor, de educación, de democracia y de pensar los unos cómo apoyar a los otros. De eso no hay duda, pero:
La resultante depende de la formación y tal parece que la educación está involucrada en el quehacer ideológico y político, y eso es lo que nos ha hecho retrasarnos tantos años y salir muy mal en las evaluaciones internacionales, porque nos hemos dedicado, en los conflictos laborales, sindicales y políticos, a desfigurar la visión del maestro y de la educación.
Y ahora parece que ya hay un juicio para estorbar a lo que se llama reforma, pero que no es más que un cambio nominativo en los libros de texto que, si bien fueron un extraordinario pensamiento en la época de Torres Bodet, ahora no son tan importantes, porque el mundo está rodeado de las redes sociales y las tesis de la reiteración y repetición histórica han quedado atrás, porque lo que importa ahora es:
Aprender a leer, escribir y a comprender, sin ideario, porque los valores científicos no tienen partido político o ideología. También hay que aprender a pensar a través del método científico y tecnológico, que parece estarse desperdiciando, queriendo que la ciencia se combine con el pensamiento patriarcal e ideológico, cuando ésta no tiene geografía ni ideología, como lo han demostrado los países orientales, que sacrificaron su espíritu guerrero de los siglos XIX y XX, y ahora son ejemplo internacional, como Corea del Sur, Singapur y la misma China.
Estos países compiten ahora con Finlandia y Dinamarca, y nos dejan muy atrás a los latinoamericanos, porque seguimos propiciando conflictos políticos e ideológicos, y nos olvidamos de la pureza de la ciencia, de la tecnología, de la innovación y que vienen nuevas fuerzas como la inteligencia artificial, que hay que enseñarla para que sirva, no para que deforme nuestra capacidad de decidir. Y en todo esto estamos muy atrasados.
Y además, no hemos logrado evitar la politización del proceso educativo y ahora hay movimientos jurídicos para contradecir unos libros de texto que fueron hechos a la carrera y pensando en el liberalismo económico, y no en el amor que debemos tener como valor axiológico supremo, porque la política del saber es más importante que la política del poder.
Descartes: Pienso, luego existo… La educación es la fórmula que genera amor y democracia para todos. No hay otra y eso debe quedar muy claro.