Vivir no es fácil y nunca lo ha sido para alguien. La vida no es un cuento de hadas, pero tampoco tiene porque ser una tragedia.
Simplemente, la vida es todo lo que nos sucede entre que nacemos y morimos, un período que contiene muchos momentos placenteros y otros que quisiéramos no tener que vivir, pero el que sucedan o no, en gran medida se encuentra fuera de nuestro control.
Quizá aceptar esto último, sea un buen primer paso para asimilar la idea de nuestros verdaderos alcances en ese personalísimo proyecto existencial que llamamos “vida”.
Pensar y reflexionar sobre la vida nos sirve para entenderla y tal vez hoy como nunca antes, hacerlo es un buen medicamento emocional para evitar caer en la comprensible tentación de distorsionar la realidad.
Vivir es gozar, sufrir, reír, llorar, amar, aborrecer y un montón de experiencias más, siempre lideradas por emociones, lo que va conformando no solo nuestro perfil sicológico, sino también nuestro estado físico, dado que las emociones son producto de las hormonas que se vuelven conductas, sin mencionar que según recientes estudios, las emociones que vivimos modifican la longitud de los telómeros y las cadenas de ADN, alargando o acortando nuestras expectativas de vida.
Pero esa es otra historia que dejo a los fans de la neurociencia.
Acá lo que me ocupa es tratar de compartir lo que a mi poco entender, es importante para no “comprar” falsos “sentidos de la vida”, como el de que vinimos al mundo para “ser felices”, que es tan solo una bonita frase que se derrumba con solo mirar en nuestro entorno inmediato, porque lo que le sucede “al otro”, cuando lo miramos con los ojos del alma, también nos sucede a todos.
Claro que cuando la crudeza de la realidad rebasa nuestros recursos, entonces podemos aceptar y creer cualquier cosa que nos brinde esperanza (que es con frecuencia una falsificación de la realidad).
Pero podemos adelantarnos a esos estados críticos al “entender la vida tal como es”.
Cuando tenemos que enfrentar la adversidad, esto puede ser una vacuna emocional contra la decepción, la frustración y el sufrimiento.