Algo diferente se percibe en el ambiente de los aeropuertos internacionales, en sus rostros los viajeros revelan su prisa, hastío, enojo, alegría, angustia o cansancio cuando los horarios no se cumplen como se espera, y hasta frustración cuando alguna persona no aparece para recibir o despedir según sea el caso.
Por ahí va el monje budista vestido con su habito rojo y amarillo que según su tradición, fueron los colores con los que Siddhartha Gautama (el buda), tiñó las ropas que sacó de la basura cuando renuncio a sus ricas vestimentas, demostrando que de las cosas sencillas puede surgir la pureza y la santidad.
A su paso se cruza indiferente con otro monje, cuyo rostro queda embozado bajo una gran caperuza y por su vestimenta de meditación tono café tierra asumo que provendrá de alguna tradición china.
Más allá, del fondo del pasillo surgen dos judíos ortodoxos de túnicas negras y sobreros de copa alta que por alguna extraña razón que desconozco siempre parecen ser varias tallas menores al diámetro de su cabeza.
Todos ellos inmersos en un maremágnum de seres humanos de todas las edades, géneros, razas y religiones, que llegan o parten del Aeropuerto internacional de la Ciudad de México en las próximas horas, para formar una estadística de tres millones y cuarto de viajeros mensuales que se embarcan en los vuelos que cada minuto y medio salen de dicho puerto.
Para saber si mi vuelo con destino al aeropuerto Charles de Gaulle está a tiempo, observo atento a que aparezca en el tablero de estatus.
De demorarse, de antemano he decidido que eso no me represente un contratiempo, pues por la pandemia y otros motivos, el viaje ya se ha diferido durante dos años y medio, pero no, ahí está ya: AM3 22:15 Francia CDG.
Dos horas después me acomodo en el asiento del avión que me llevará a conocer a mi nieto Mateo, nacido en plena pandemia hace seis meses en la ciudad de Paris.
Después de eso no se si nos volveremos a encontrar, pero si todo fluye como espero, pronto un niño y su abuelo se conocerán en ese maravilloso aeropuerto de la vida al que todos llegamos y luego partimos.
