El programa radiofónico trataba sobre la cultura financiera o más bien acerca de la falta de ella en México.
Uno de los ponentes afirmaba que el tema debería incluirse en el plan oficial de estudios, por ser lo económico un factor esencial en la vida de cualquier persona, dado que todos intercambiamos bienes y servicios.
Otro señalaba que parte de esa educación radica en el hogar, en donde a través del comportamiento de los padres, se comprende el valor del dinero y el esfuerzo que requiere ganarlo, comprensión que luego se complica ante el uso paterno de tarjetas y otras formas de crédito, que nos hacen considerar la compra como algo fácil y sin relación con el pago.
Partiendo de esto, un tercero apuntaba que el dinero u otro bien no se valora cuando no cuesta trabajo, añadiendo como ejemplo, el caso de cuando recibimos algún regalo y cómo nuestro aprecio depende de lo inesperado del mismo, la frecuencia con que lo usamos y la utilidad que nos brinda.
No sorprenderá a quien antes me haya leído, que en este punto de la transmisión radial mi mente ya había emigrado a otras esferas muy diferentes de los bienes y el dinero.
Pensaba en los regalos y en particular en el que a mi parecer es el mayor de ellos:
La Vida, así con mayúsculas, un regalo que recibimos sin haberlo pedido, lo utilizamos segundo a segundo y a lo largo de ella, en la mayoría de los casos nos brinda incontables satisfacciones.
Aunque embelesado con esta idea, no pude sustraerme al tono utilitario del programa que me llevó a pensar en alguna forma pragmática de mensurar la vida, sobre todo ahora qué, en nuestro escenario cotidiano ha aparecido un invitado inesperado e indeseado, pero inevitable:
La Muerte. “Nacer es empezar a morir”, reza un refrán popular y si no se nos atraviesa algún contratiempo, en México según el INEGI la esperanza de vida es de 76.2 años. 27,800 días con sus horas, minutos y segundos para vivirlos.
Al momento de escribir estas líneas he gastado 25,473 días. Un cálculo simple me dice que es el 92%, pero eso no importa, lo importante será cómo vivir el 8% que me resta.
