La maternidad ha sido históricamente una exigencia del estereotipo de lo femenino, lo que las mujeres deben por norma hacer; así que romantizarla contribuye a invisibilizar las problemáticas y violencias que giran en torno a ella y deshumaniza a las mujeres que la viven.
México es el país con mayor índice de todo el mundo de embarazos en adolescentes, el Instituto Nacional de las Mujeres calcula que cada año ocurren aproximadamente 340 mil nacimientos de embarazos de mujeres menores de 19 años. Se sabe que esto se asocia con abandono escolar y un impacto en el plan de vida de las adolescentes.
Por otra parte, se encuentra el embarazo infantil, del que durante 2020 por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi) se registraron cinco mil siete nacimientos de niñas menores de 15 años. Los embarazos tempranos están relacionados con formas de abuso sexual; cuando sucede en niñas, se considera violación puesto que no están preparadas para brindar consenso a las relaciones coitales.
La misma entidad calcula que de las mujeres que son madres, el 7 por ciento ejerce la crianza sin una pareja. Ellas tienen una tasa de participación del mercado laboral del 75 por ciento, aunque lo hacen en condiciones de informalidad, sin acceso a un seguro social o a vacaciones.
Según el Censo del 2020 realizado por la misma institución, de las mujeres a partir de 15 años que habitan en nuestro país, el 72.3 por ciento, es decir 35.2 millones, son madres de al menos un hijo.
Tras este panorama es necesario revisar las condiciones en las que ejercen la maternidad y mejorarlas para asegurar bienestar social tanto a las mujeres como a la niñez mexicana. La garantía de sus derechos fundamentales es la mejor vía para asegurar la justicia social.
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