La noticia cayó como un rayo en medio de la tormenta: siete personas reportadas como desaparecidas en Jalisco aparecieron vivas y libres. Algo inédito, prácticamente impensable en este estado donde las cifras de desapariciones se cuentan por miles y los finales suelen ser trágicos. Pero, lejos de traer tranquilidad, esta noticia ha dejado más preguntas que respuestas.
Porque sí, qué bueno que regresaron con vida, pero no se explica que después de días de angustia y manifestaciones, simplemente aparezcan y sean liberados.
En el caso de Abraham, uno de los siete liberados, su familia no se quedó callada. A través de una carta, lanzaron un mensaje fuerte y claro, que exhibe no solo la desesperación que vivieron, sino la profunda desconfianza hacia las autoridades.
¿Qué hay detrás de la versión oficial que habla de una “presunta vinculación” con el ataque brutal contra una familia días antes?
Cito un fragmento que duele leer: “Nos oponemos rotundamente a la revictimización de Abraham”.
Su hermana Abigail siempre fue clara y transparente y, a pesar de ello, no recibió el acompañamiento adecuado, ni mucho menos información clara y sistemática durante la ausencia de su hermano. Incluso ha sido señalada como una persona que obstruyó la investigación, situación que lastima el vínculo de confianza con nuestras autoridades.
La liberación de siete personas es un hecho sin precedentes, y nosotros, al igual que todos los jaliscienses, hemos escuchado por parte de las autoridades que su desaparición se debe a una ‘presunta vinculación’ al acto atroz en contra de una familia en días previos.
En el caso de Abraham, dicha ‘presunción’ no puede estar más alejada de la realidad, y estas declaraciones obedecen a intereses ajenos al bienestar y seguridad de las familias que hemos pasado por tan dolorosa experiencia.
No podemos aceptar que se lancen presunciones que destruyen reputaciones y vidas sin pruebas contundentes.
Si este caso no se esclarece de forma transparente, Jalisco quedará como un lugar donde se puede desaparecer a alguien, levantarlo, liberarlo y luego culparlo, todo en un ambiente de silencio y miedo.
Porque hoy, aunque Abraham y los demás fueron liberados, la justicia y la verdad siguen desaparecidas.
