¿Son los decálogos recetarios o normas? Desde que Moisés, un poco frustrado, rompe las tablas con los mandamientos, porque estaban adorando un becerro de oro, estas han sido un testimonio, un ejemplo de base, para hacer una serie de lista con normas, reglas a seguir que nos ayudarán en algo.
También pueden convertirse en un buen caldo de cultivo para los narradores. Hay que buscar a los personajes que violen esas normas constantemente, ante sus ojos están los conflictos para su historia. Ya sea en piedra, papel periódico, o que vuelen en la red, los decálogos son guías, faros en la oscuridad, que pretenden llegar a un sitio ideal. Es cotidiano querer tener una fortaleza, con murallas de piedra, para que nadie nos perturbe y llegue un soplo de viento a molestar que, bueno, hay que agregar un poco de limón a los días para que no se queden como agua simple.
Comenzamos las posadas, con las piñatas con sus siete puntas, símbolos del imaginario colectivo, romperla con fuerza y acabar con los pecados capitales, para tener de nuevo, 365 días para volver a transgredirlos, y así es nuestra constante. Si no me cree, en la pandemia éramos toda virtud. ¿Y ahora? Caos, gritos y lo que se acumule.
En esta época decembrina, donde la luz brota a borbotones, vaya al viejo baúl de los recuerdos y desempolve un decálogo, le sugiero los literarios, los escritores han dejado en ellos, las experiencias de su proceso creativo, de lo que hacen para que sus ideas sean claras.
Horacio Quiroga, Virginia Woolf, Juan Carlos Onetti, son ejemplos, lea con atención cada frase y cambie el destinatario, aprópiese del mensaje y adáptelo a su modo de vida.
Carlos Fuentes: “Sé fiel a ti mismo y escucha la voz profunda de tu vocación. Asume el riesgo tanto de lo clásico como de lo experimental”. Monterroso: “Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor”.
Procuremos llevar a la práctica alguna frase al día, como los pasos de los alcohólicos anónimos, solo por hoy, tal vez encontraríamos un motivo, esa chispa que aviva la esperanza, que enciende esa llama y nos humaniza en una mirada, en una sonrisa o en la caricia añorada. Carpe diem. _