¿Es la muerte un regreso al origen? Abro la ventana, el viento esparce la música, la nostalgia, las voces de un recuerdo. El danzante sigue con su ritmo acompasado, ¡el gallito!, grita un trovador, el sonsonete del violín, con su fuelle el diablo, golpea el pavimento, zas, zas, el borrachito brinca del susto, se incorpora sólo para cambiar de lugar. En las tarimas las danzas, su máscara, el disfraz, la mentira, para engañar a la guapa, que nos pela sus dientes molancos, al estilo de Juan Rulfo y nos dice con su huesuda mano ven, ven conmigo a bailar un son.
Entre risas, juegos y creatividad la evadimos, no nos suelta, vive pegada a nuestro aliento, dueña de nuestros destinos. Pequeñas moscas, volamos aparentemente libres y en un tris tras, ya no somos. Xavier Virraurrutia lo ilustra magistral: Si en todas partes estás, / en el agua y en la tierra, / en el aire que me encierra / y en el incendio voraz; / y si a todas partes vas / conmigo en el pensamiento, / en el soplo de mi aliento / y en mi sangre confundida, / ¿no serás, Muerte, en mi vida, / agua, fuego, polvo y viento? Los cuatro elementos, que presenta el poema son energías vivas de natura, se funden en la omnipresencia de la muerte.
Un amanecer naranja, ocre, matiza el sendero de flores, adorna el camino, las velas con su luz crepitan, mueven los instantes evocadores, en un soplo está la vida, penden los sueños, adheridos a ella, vamos de nuevo, cuál Sísifo zigzagueando una y otra vez, hasta quedarnos solos, cara a cara con ella, para enfrentarla: valientes, como José Tomás en una faena, y al final volver a nacer.
Es la fiesta de los muertos, vivos en nuestros latidos, esperamos su regreso del Mictlán, del inframundo, con felicidad los recibimos, para tomar un tequila, fumar, darnos un banquete con ellos. Las fotografías enmarcan recuerdos, épocas, tradición. Nuestras raíces son inquebrantables, y cada día se fortalecen a pesar de las contradicciones, ellas tejen sus redes para unirnos en nuestra mexicanidad. Feliz día de Muertos. Carpe diem. _
