¿Cuántos siglos en una tradición? Ella lleva sus palmas un domingo de ramos, busca la sombra y comienza a tejer, cruza, dobla, anuda, sus ágiles manos van dando forma a cruces, flores, bases para llevar a bendecir.
Un material tan humilde, noble que se moldea a la medida de sus necesidades. Ese día será ramo consagrado que durante un año resguardará abundancia, gratitud. Después seguirá con sus labores utilizando más fibras vegetales que se convertirán en cama, bolsa, sombrero, tenate, cesto, canasta.
Con maestría cruza sus hilos de paja, caña, bejucos en una trama, urdimbre que sostiene historias, sueños, espíritu.
En las familias, en la ciudad, también se van haciendo costumbres, forjando recuerdos, trazando un hábito que resguarda la memoria, necesaria para conocer el germen de nuestra raíz.
Cada vez que se repite una historia se va dejando algo en el otro, como si esparciéramos muchos pétalos y su aroma impregnara la memoria colectiva.
Como el día que escuchamos leer a Mario Vargas Llosa en la UAT las primeras páginas del “Paraíso en la otra esquina”, hoy con su muerte evocamos esos momentos tan personales, vivos e irrepetibles. Este mes festejamos a nuestro puerto que nos acompaña, arropa, alimenta.
Desde un ventanal de la biblioteca municipal veo, la catedral con su frontispicio de un estilo bizantino, diseño y creación del artista español José Ruíz Diez, quién nació en el barrio madrileño de Chamberlain el 17 de marzo de 1925, lo trajo el Atlántico a México por septiembre de 1954, sus cenizas volvieron al origen en el vaivén de las olas que suben y bajan un domingo de noviembre de 1992.
¿Cuántos hemos visto la obra y desconocemos su creador?
En el mural del palacio municipal Carlos Sens lo pinto para la posteridad, como un homenaje al amigo. Siempre hay anécdotas que pueblan mentes de ilusiones, ideas que nacen en lo intangible para coronar una obra que seguirá.
Desconoceremos hasta dónde llega la influencia de una palabra, un acto, una remembranza. Como la semilla de maíz sustento cultural mexicano. Esparcir amor, dulzura, constancia, honestidad, respeto y en nuestras redes brotarán frutos prodigiosos.
Así, mi madre Irma Elena con sus flores en su trenza revive recuerdos de 94 años, una bella hija de Tampico.
Carpe Diem.