¿Cuál será el enigma de Malintzin? En la historia de México hay una gran lista de mujeres que han sido tratadas, digamos con bombos y platillos; otras medianamente, según los ojos de quién lo escribe o los intereses que están en la mesa, en la codicia, antes que en la justicia.
Malinalli, Malinche, Doña Marina, por siglos fue enviada al cajón de los desprecios, ¿por ser mujer o por entregarse al conquistador? De niña, vendida como esclava, luego regalada con otras 20 a Cortés, y de ahí a convertirse en la lengua del conquistador. Su destino algunos autores lo relacionan a la magia de la luna, equivalente a su fuerza. Tuvo influencia determinante en momentos trágicos. ¿Y quién habla de sus sentimientos?
Luisa Govela, en su Monólogo de Malinali, hace una revelación poética de una mujer que abre el corazón, por sus arterias fluyen sus íntimos sentimientos, dudas, tristezas. En sus versos habla una voz dulce y atrevida que desconoce el significado de libertad.
Sabe ir a un lecho amoroso, y aprender lenguajes vivos, míticos, ancestrales. Su texto se presentó en la Feria Universitaria del Libro, dejando al público, con una visión más justa, equilibrada, humana de quién engendra nuestro mestizaje, no con tristeza y odio, sino con la fragancia de la tierra, del polen recién extraído.
Con la lectura de Sandra Muñoz, esa mañana, Malinali nos decía: Mi voz/ es el latido / del cuerpo, / el llanto en fuga / hacia el origen. / Como se agita / mi corazón, / cómo hierve con temblores de culpa. / Mi nombre es rojo / como el escarnio. / Mi amor: / ultrajante / oneroso.
En 40 cantos como los juglares, lanza las gestas heroicas de Doña Marina, en su soliloquio va de regreso al origen, ablanda el camino amorosamente para vivir un sueño inimaginable: la esclava niña, es el clamor, entre sangre, deseos y amor, en los días oscuros de los caídos:
Y tú que te las traes: / conquistador, amante, marrullero. / Revuelves mis cabellos con la furia / de un río que no acaba de apagar la sed. / Con tus labios, mis raíces vas sorbiendo.
Un artista integral se nutre con las imágenes que devora para llegar a un puerto creativo, como el libro de Luisa Govela. Carpe diem. _