En memoria de Magdalena González Casillas
En la Galleria degli Uffizi en Florencia, entre las maravillosas obras de Botticelli y Miguel Ángel, cuelga una pintura que llama la atención por la gran violencia que expone. Existen muchos cuadros de la decapitación de Holofernes a manos de Judit, pero pocos muestran el momento en el que la espada empuñada por la mujer se introduce en el cuello derramando sangre por todos lados. Llama la atención la expresión fría y decidida de Judit en el momento del asesinato. Los brazos se ven poseídos de una extraordinaria fuerza y el rostro conjuga la seguridad e impasibilidad de quien sabe que llegó el momento de la venganza. La luz acentúa la brutalidad y la escena aparece con el fondo negro que puso de moda Caravaggio.
¿Por qué pintar un cuadro así? Artemisia Gentileschi fue la pintora italiana más influyente del siglo XVII y la primera mujer en la historia en ser admitida en 1617 en la entonces inexpugnable Academia de Diseño, de Florencia.
Desde niña, Artemisia había mostrado un gran talento en el taller de su padre, el pintor Orazio Gentileschi. A los diecisiete, en 1610, firmó su primera obra: Susana y los viejos.
A los diecinueve años, el asistente de su padre, Agostino Tassi, la violó. Tassi prometió salvar la situación, casándose con ella, pero más tarde se descubrió que ya estaba casado. Durante el juicio, Artemisia pasó por todas esas humillaciones que hasta hoy en día se ven sometidas las mujeres para documentar el caso. Tuvo que someterse a un examen ginecológico para demostrar que había sido desflorada. Además, el tribunal recurrió a la tortura para verificar la veracidad de sus acusaciones, usando un instrumento que apretaba progresivamente cuerdas en torno los dedos. Tassi fue condenado a un año de prisión y al exilio de los Estados Pontificios.
No se necesita ser psicoanalista, para darse cuenta que la carga de brutalidad de la imagen es una especie de ajuste cuentas. Aquí el dolor interno se transforma en venganza, pero también en genialidad artística.
La experiencia seguramente marcó a Artemisia el resto de su vida, pues años después hizo una segunda versión de la escena.
En Florencia y posteriormente en Roma, Artemisa disfrutó de un gran éxito. Mantenía relaciones de amistad con personajes ilustres, como Galileo Galilei, con quien intercambiaba cartas, y con personajes poderosos, como Cósimo II de Medici, que le encargaban cuadros.
Pero, Artemisia no pintó mujeres vulnerables ni débiles. Sus protagonistas son heroínas bíblicas y personajes históricos, que muestran a mujeres fuertes y decididas con actitudes que se rebelan contra el dominio masculino, como el cuadro que presenta a Yael clavando un clavo en la cabeza de su enemigo para defender a su familia. En las telas de Artemisia, las hermosas protagonistas muestran casi siempre un parecido al rostro que aparece en sus retratos o autorretratos.
Poco después del juicio por violación, Artemisia contrajo matrimonio con Pierantonio Stiattessi, un pintor que apenas conocía diez años mayor. Aunque el matrimonio no fue muy afortunado le permitió a Artemisia independizarse de su padre y desarrollar su propia y personal pintura.
En 1621 se separó de su marido, al que algunas fuentes describen como celoso y bebedor. Ese mismo año, llegó a Roma, como cabeza de familia con su hija Prudenzia y dos sirvientes. Luego tuvo luego otra hija, probablemente fruto de sus amoríos con el músico Nicolas Lanier.
Pero no fue en Roma sino en Nápoles, donde pudo renovarse artísticamente y encontrar un amplio reconocimiento. Mantuvo buenas relaciones con el virrey y fue la primera mujer en trabajar en cuadros para una catedral. Se dice que negociaba ella misma el precio de venta de sus obras, viajaba sola por toda Europa y dirigía su propio taller de pintura.
En julio del año pasado, la National Gallery adquirió la obra Autorretrato como Santa Catalina de Alejandría. No se sabe si Artemisa se autorretrató como Santa Catalina porque se identificaba con la mártir que prefirió morir decapitada antes que casarse con el emperador Majencio o porque así se lo pidió la persona que encargó el cuadro.
Por cierto, la segunda versión de su pintura María Magdalena como Melancolía pertenece a la Fundación Carlos Slim y se encuentra en el Museo Soumaya en la Ciudad de México.
Tras su muerte, Artemisia cayó en el olvidó, pero a partir de los años 70 el movimiento feminista convirtió a la artista en un símbolo de la lucha de género. Se revaloraron las figuras femeninas dueñas de su voluntad y de su destino, dispuestas a hacerse justicia, que aparecían en sus lienzos. En los últimos años, la vida de Artemisia ha sido tema de varias novelas y películas.