Siempre he creído que las personas que habitamos las ciudades somos tan parecidas a las ciudad en sí, uno nunca termina de entender ni conocer a una persona así como a una ciudad, aun viviendo en ella desde la infancia o desde hace varios años.
Caminando por diferentes ciudades me doy cuenta que andar es una necesidad básica del ser humano, tiene muchas implicaciones muy positivas no solo para quien camina, sino para quienes conviven con nosotros. Caminar es salud, es ecología, es fomento del comercio de proximidad, es agradable, entretenido y necesario; promueve las relaciones sociales, evita el sedentarismo y nos ayuda a entender a la ciudad.
Al margen de nuestras preferencias, modos de vida o lugares de residencia, todos y todas, sin duda, fuimos, somos y seremos peatones.
En muchos momentos de nuestra vida nos hemos desplazado a pie por nuestro municipio, por el barrio de nuestra infancia, o por algún lugar de vacaciones o descanso. Y la mayoría de las veces encontraremos cosas “diferentes” que solo al desplazarnos caminando nos podremos percatar de ellas: una tienda nueva, una calle en buen o mal estado, la forma en que interactúan los vecinos de esa zona, sus olores y el funcionamiento de la calle en sí.
Si como punto de partida nos declinamos por el objetivo de vivir en las ciudades con calidad y que éstas sean “más amables” deberemos de aprender a ver como reaccionamos, nos comportamos y nos movemos en ellas empezaremos a entender como funciona la ciudad, inclusive muchas respuestas de como estudiar el comportamiento del ser humano, provendrán al estudiar primero la ciudad que la habita.