Como si no bastara la amenaza de aranceles de Trump y la desaceleración económica, Petróleos Mexicanos se ha convertido en un lastre que puede poner en riesgo la estabilidad financiera del país. Sus problemas no son consecuencia de un entorno global desfavorable, sino de decisiones internas que lo han llevado a una situación insostenible. Mientras que las grandes petroleras internacionales han disfrutado de años de bonanza, Pemex continúa acumulando pérdidas.
En los últimos cuatro años, ExxonMobil acumuló utilidades netas por más de 150 mil millones de dólares y las de Shell se acercaron a 100 mil millones. En contraste, Pemex tuvo pérdidas acumuladas en el mismo periodo y ha requerido apoyo del gobierno por más de 70 mil millones de dólares para mantenerse a flote. ¿A qué se debe la divergencia de resultados?
Son muchas razones, pero quizá la más relevante es la estrategia que ha adoptado. En lugar de apostar por su negocio más rentable —la extracción de crudo—, Pemex decidió privilegiar la refinación, un sector que ha resultado ser un barril sin fondo. El año pasado, más de 90% de las pérdidas de la empresa provinieron de este sector. Aun así, el gobierno ha concentrado la mayor parte de su inversión en un negocio deficitario. La refinería de Dos Bocas es un claro ejemplo: costó cerca de 20 mil millones de dólares y, hasta ahora, opera muy por debajo de su capacidad. En paralelo, la inversión en exploración y producción ha sufrido, lo que ha llevado a que la extracción de barriles de crudo se ubique en su nivel más bajo en décadas.
El sobreendeudamiento es otro factor crítico. Pemex es la petrolera más endeudada del mundo y paga tasas de interés sumamente elevadas. Su deuda en dólares de largo plazo tiene un costo superior a 10% anual, mientras que el gobierno mexicano puede financiarse a la mitad de esa tasa en plazos similares. Por si fuera poco, Pemex mantiene una enorme deuda laboral y con proveedores. En términos contables, la empresa está en quiebra técnica.
A esto se suma su baja productividad. La petrolera tiene demasiados trabajadores para los ingresos que genera. Todas las empresas con las que compite son más eficientes. Sin embargo, Claudia Sheinbaum ha descartado cualquier reducción de personal, lo que limita sus posibilidades de mejorar su estructura de costos. Por otro lado, el huachicol sigue drenando sus finanzas.
El gobierno defiende su respaldo incondicional a Pemex argumentando que la empresa es clave para la seguridad energética nacional. Puede ser. Pero la pregunta es, ¿a qué costo? A 87 años de la expropiación petrolera, la carga que representa Pemex para las finanzas públicas es insostenible y el gobierno no cuenta con los recursos para rescatarla de manera indefinida. Necesita tomar decisiones drásticas. De lo contrario, corremos el peligro de que las calificadoras reduzcan el grado de inversión de nuestra deuda por su culpa, lo que puede afectar la estabilidad económica del país.