Desde hace muchos sexenios en México, los Presidentes de la República que se disciplinaban a los intereses creados, nacionales y extranjeros, tenían un terso ejercicio gubernamental, pero aquellos que intentaban apoyar a la población y que tienen como objetivo lograr mejores condiciones de vida y de trabajo para las grandes mayorías, son agredidos de diferentes maneras y por diferentes medios. Así el presidente López Obrador ha sido tachado de comunista, chavista, fidelista y todos los calificativos que arrinconan las conductas de los mandatarios que tienen visos de independencia.
Incluso ahora lo tachan de narcotraficante y utilizan a una periodista mexicana, quien asegura que no sólo el presidente sino su familia son narcotraficantes; claro, sin pruebas, solo asegurando que tiene declaraciones de narcos, pero no dice cómo las consiguió y no explica por qué la DEA la hace su vocera y supuestamente le proporciona información y la protege. Tampoco sabemos quién la financia, porque todo esto cuesta. De lo anterior se puede llegar a suponer que ella es agente de la DEA y que le pagan grupos de poder como el de Felipe Calderón, enderezando ánimos de veracidad para atribuir conductas de carácter penal al presidente López Obrador. Bueno, hasta un programa televisivo tendrá Anabel para acentuar el golpeteo.
La pregunta obligada es por qué no ataca a Felipe Calderón, pues porque probablemente la tiene a sueldo y desvía toda la atención hacia López Obrador, sobre todo ahora con la captura del Mayo Zambada.
Pero lo que está en el fondo de estos ataques al gobierno mexicano es el coletazo final de la nefasta herencia neoliberal que redujo nuestra capacidad de refinación, desplomó nuestras reservas petroleras y elevó nuestra sensibilidad externa, cuando ahora la refinería de Dos Bocas ya comienza a producir y que el aeropuerto Felipe Ángeles y el de Tulúm funcionan correctamente, cuando está en puerta la inauguración del Tren Interurbano y el corredor interoceánico, entre otras obras.
Claro, no perdonan que se dejen de importar cerca de 30 mil millones de dólares anuales de combustibles, y que desplacemos con coches chinos sus automóviles. Sumemos a esto las expectativas de una recesión norteamericana que afecta la tasa de interés japonesa, que impacta el carry trade, eufemísticamente llamado ajuste del mercado, lo que provoca la caída del índice nikkei, y hace carambola en las bolsas del mundo, todo esto junto con un aluvión de malas noticias financieras que sacuden los mercados globales.