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Culiacán: hizo bien el Presidente, pero…

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  • Juan Pablo Becerra-Acosta

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A la vida de Daniel Leyva Santiago, mi hermano

La posibilidad de que todo desembocara en una enorme masacre, con cientos de muertos, era cada vez más palpable conforme pasaban los minutos. Los criminales habían pensado una y otra vez en una situación así. Ya les habían quitado al Viejón, que terminó en una infranqueable fortaleza gringa, donde se va a pudrir sin escape alguno. Por eso ahora sí estaban preparados: sabían que si algún día venían por alguno de los júniores para extraditarlo, iban a armar tal batalla, que horas después ya tendrían hasta un par de narcocorridos ensalzando a los sicarios del cártel de Sinaloa y a alguno de los hijos de El Chapo, incluido al Ratón Nuevo, al Ovidio Guzmán López.

Así que, desde la sentencia de su padre, estaban decididos a jugarse todo: sus vidas, las de los soldados, marinos y policías, y si fuera necesario, la de cuanto civil se cruzara. Al fin que esos muertitos colaterales la gente y los medios siempre se los cargan al gobierno, no a la empresa.

Cuando las tropas fueron por Ovidio surgió la alerta por los radios y toda la raza narca ya sabía qué hacer. Había, calculan militares, unos 800 hombres armados en las calles, que se fueron a tapar las salidas de Culiacán para que los federales no pudieran llegar a un helipuerto, mucho menos a un aeropuerto. Otros a quemar vehículos para obstruir. A cercar la zona de la captura. A sacar a la calle las troquitas blindadas y artilladas. A usar el arsenal pesado y a tirar bala por todos lados: hubo 14 agresiones contra militares.

¿No sueltan al Ratón? Vamos por sus familias, las de los soldados que residen en unidades habitacionales. Y sí, se apostaron afuera y empezaron a tirar ráfagas. Y también al cuartel. Pero eso no era lo peor: un grupo de sicarios ya había rodeado dos pipas cargadas de combustible, de esas que escoltan militares, y amenazaban con hacerlas estallar en dos puntos de la ciudad. Así de cobardes.

Hizo bien el gabinete de Seguridad Nacional en detener el operativo. Hizo bien el Presidente en respaldar tal decisión, porque hoy estaríamos releyendo en los diarios: “Más de 200 muertos en Culiacán por captura de un hijo de El Chapo”.

Bajo las circunstancias que sabemos, la decisión fue la correcta, pero…

-Ha quedado un nefasto antecedente que puede ser usado por grupos criminales. En cualquier ciudad un monstruoso capo puede emular lo de Culiacán.

-Debe renunciar Alfonso Durazo. Él es el jefe del Gabinete de Seguridad, responsable por el pésimo operativo que humilló a las fuerzas armadas y al Estado mexicano en su conjunto, mientras los sicarios festejaban que ya habían liberado “al patrón”. No sé si Durazo entienda la dimensión de que capturaron y tuvieron que dejar ir a un presunto criminal que debía ser extraditado y en vez de eso el sujeto se fue a festejar y a invitar una carne asada.

-Además, Durazo mintió o mal informó en video. Debe pedir perdón a los sinaloenses por eso y por el terror que padecieron.

-El Presidente ya habrá entendido (espero) que el crimen organizado está formado por monstruos que no entienden de fúchilas y guácalas, ni de mamás y abuelas. Ya habrá asimilado que la guerra, sí, es herencia de Calderón y Peña Nieto, pero ahí está, es necia, no va a cesar, ya es suya, y es cosa seria. Muy seria…

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@jpbecerraacosta

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