Mucho me temo que ese “volver a la normalidad” no debe regresar. En Torreón, por ejemplo, el triple asesinato de trabajadoras del IMSS es una tragedia, la ciudad será noticia nacional.
Lo “normal” se asentó: la ola de crímenes, violencia, corrupción, impunidad, robos, asaltos, adicciones, alcoholismo, consumismo desbordado, despidos laborales, desigualdades socioeconómicas, abusos de poderosos y débiles, politización inútil, ineficiencia gubernamental y autoritaria, la simulación enterita en todo México.
Y no es un comentario reduccionista, obedece a un sentido común, pues si esa “normalidad” decadente, con una población engañada y engañosa, encajonada -largos años- a una vida inapropiada promovida bajo atractivos estereotipos importados y ajenos a nuestra voluntad y conciencia, sería peor que un error, sería decidir sin haber aprendido nada de esta enorme experiencia.
Reflexionar, recapacitar y analizar esto que pasamos a nivel individual, familiar y social es una tarea por realizar y cumplir si somos responsables con nosotros mismos hoy y con las generaciones por venir.
También será un desafío no retornar a esa “normalidad” de siempre, de graves prejuicios y exclusiones, de desequilibrios y laceraciones; es tiempo de conciliar nuestra esencia humana con nuestros derechos humanos, camino a atajar el desbordamiento de un mercenarismo que todo atropella en mujeres y hombres.
Hay, en esto, un rol fundamental que toca a los medios de comunicación, a las y los periodistas y a quienes sin escrúpulos opinan y lo hacen atendiendo, por consigna y fines de lucro o político o económico. O en el peor de los casos, a su ego.
Aún está en nuestras manos rescatar este presente para aspirar a un mejor futuro, tendremos que sacudirnos modelos y sistemas que nos abruman sin piedad y que se retuercen abyectos para no morir. La incertidumbre es fuerte, revolotea en el pensamiento y lenguaje de la gente, de la juventud, de los sectores productivos, de las familias, de los profesionistas.
Ante la necia actitud en los medios, la política, de expresidentes, exgobernadores, -algunos- empresarios y delincuentes, antepongamos nuestra dignidad y digamos no a esa “normalidad”.