No cabe duda, la UNAM es la UNAM.
La Universidad Nacional Autónoma de México, orgullo para el país, pese a algunos los consabidos prejuicios de la exquisitez que no deja de asomarse para juzgarla acremente, es la institución de educación superior que, con trabajo de altura y comprometido con la sociedad, ofrece en términos reales propuestas de solución a equis problemas que nos atraviesan.
Por eso, porque además de dar cabida a personajes que han atentado y atentan contra la institución y contra el país, la bien llamada, ella sí, “Máxima Casa de Estudios” se ha responsable de ofrecer ideas, investigación y opciones diversas que buscan resolver los múltiples problemas que enfrentamos. Su trascendencia es internacional.
La riqueza intelectual de sus integrantes les permite mostrar un amplio abanico de alternativas en innumerables retos.
Cito a la UNAM, nuestra querida UNAM, porque a nivel Torreón y en el área de Cuatrociénegas, los estudios que han realizado sus investigadores (mujeres y hombres) informan y advierten que, tanto en la primera ciudad como en el aún atractivo, turístico y ruiseño pueblo mágico, las cosas no están bien sino muy mal.
¿Por qué tuvieron o tienen que ser especialistas de la Universidad Nacional quienes nos presenten resultados casi irrefutables en asuntos ya conocidos? ¿Por qué si en la Laguna de Coahuila y Durango hay un montón de universidades privadas y públicas no investigan ni se vinculan en los hechos sobre los problemas más graves que padecemos?
En Cuatrociénegas, los humedales están muriendo. De hecho ya uno está muerto: el Churince. La causa es, lo dijo Valeria Souza, investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM, la sobreexplotación de sus humedales por agricultores y estableros. Empresarios lecheros trasladaron parte de sus intereses a ese valle y el impacto negativo que han provocado ya es una realidad. El manejo corrupto de gobiernos anteriores, federales y estatales, han minado la estabilidad hídrica y económica en Cuatrociénegas.
En Torreón, la pésima (por llamarla de alguna forma) planeación que se arrastra hace años en el municipio, está causando graves perjuicios medioambientales, urbanísticos y de desarrollo vial. En este campo, salvo la Universidad Iberoamericana de la ciudad, que volteó a ver el problema y ya lo aborda, otros expertos de la UNAM concluyeron que el crecimiento urbano es anárquico y dificulta el desarrollo armónico sustentable. Solitos nos estrangulamos.
Rezagado, si comparamos obras con otras ciudades como Monterrey, Puebla, Guadalajara, entre otras, Torreón ha perdido cuantiosos recursos y la maravillosa oportunidad de insertar y permitir a la ciudad ser moderna en un rubro tan importante como lo es el renglón de vialidades urbanas de primer nivel.
La polución continúa, el parque vehicular crece de forma exponencial, el aire está contaminado, la deficiente semaforización y la ocurrencia de prohibir vueltas y vueltas en avenidas y bulevares solo general embotellamientos, consumo de combustibles y, con el clima caluroso, la calidad del revienta.
Salvador Rosas Barrera, experto en Planeación del Desarrollo Urbano Sustentable, y Ofelia Morton Bermea, del Instituto de Geofísica, ambos de la UNAM, pusieron el dedo en la llaga de la ciudad tanto en materia urbana como medio ambiente.
Mal y de malas, Torreón necesita replantearse su actualidad para, en prospectiva, llegar a un futuro cierto, con un ecosistema terrestre global que, en medio del problema del agua que golpea con dureza y rudeza a amplios sectores de la población, sea viable, real y con sentido humano. No más derroche ni corrupción. Esperemos que las autoridades valoren, escuchen y atiendan lo que la UNAM indica con estudios y conocimientos científicos, no con grillas provincianas.