“Si no quieres perderte en el olvido...
haz cosas dignas de escribirse”: Benjamín Franklin.
Por naturaleza, porque así fui educado, creo en la política, en el ejercicio de la política como vía de soluciones a las múltiples problemáticas que aquejan la vida de la población.
Y es que la política aplica en todo.
De joven, de escolapio, escuché decir a mucha gente que no, que no les interesaba la política, que hablar de política y otros temas –que sobra anotarlos aquí- era perder el tiempo, enfurecerse y hasta hacerse de enemigos.
Sí, ciertamente es un tema que incomoda, que saca ronchas, que provoca discusiones casi siempre estériles, que nos envuelve en una burbuja delicada, frágil.
La política, sin embargo, es el desayuno, comida y cena, el pan diario de los seres humanos, para bien y para mal.
La política provoca todo, y en ese todo incluyo la naturaleza y condición humanas, sus fortalezas y sus debilidades, su pureza y su impureza. No somos seres únicos en el mundo, aunque seamos individuos y tengamos un gen particular irrepetible.
Ahora que estamos en la etapa de proselitismo político electoral, veo –como muchos más- que los cuatro candidatos a llegar al Palacio de Gobierno en Saltillo a partir del próximo 1 de diciembre, no logran posicionarse de manera inteligente, honesta, moral y éticamente en el ánimo de un supuesto elector mayor de edad.
Y no, porque han carecido de la necesaria serenidad, de la tranquilidad que solo da la experiencia, el estudio, la preparación, el deseo nato de servir a los demás más allá de partidos y siglas que solo han prostituido la política.
El domingo pasado en el Teatro Nazas, primer debate organizado por un cuestionado Instituto Estatal Electoral (IEC), a los pocos minutos de iniciado, quien estuvo sentado a mi lado dijo, textual: “pinches teatreros, les quedó grande el escenario a los cuatro”.
En el transcurso, los primeros en romper el protocolo que hicieron saber los moderadores fueron los seguidores del candidato del PRI-PAN-PRD, y acto seguido los del PT y Morena.
El aspirante de la UDC, se mostró más cauto y, pese a lo que hayan dicho los medios el lunes, fue quien mejor se vio, más político, mejor orientado e informado al intervenir.
El debate el domingo, como las participaciones en la Ibero Torreón y el Tec de Monterrey en Saltillo, organizados con un evidente toque empresarial, mostró que los medios no terminan por ser verdaderos interlocutores entre candidatos, partidos y sociedad.
La parcialidad en sus informaciones alcanzó proporciones mayúsculas. Faltos de objetividad, ni informan ni orientan al electorado.
Porque quienes sí votamos, creyendo en política y en el papel de la prensa, observamos cómo se cargan hacia un partido y candidato casi en su totalidad.
Todavía no salía yo del Nazas, el domingo, y un ex regidor y priísta de largo camino, me dijo “está muy verde mi candidato. No es lo esperado, Juan Noé”.
Más tarde veo, como el lunes, cómo es que a ese candidato lo dieron como “ganador” del debate, lo que se repitió en Saltillo.
¿Que ganó Morena o el PT? El verdadero debate será en las urnas ese domingo 4 de junio, si bien nos va.
¿No se darán cuenta que la política no es para eso y que en tanto no acabaremos de salir del atolladero?
La prensa debiera proporcionarnos, a todos, la sensación de que por su profesionalismo está coadyuvando a formar mejores seres humanos.
Sería un privilegio y en Coahuila hace muchísima falta tener un motivo de orgullo materia política y en el ámbito prensístico.
La comunicación política es otra cosa, y estamos a años luz.
